10 alimentos que provocan ansiedad y depresión
Cada vez más investigaciones confirman lo que muchos intuyen: lo que comemos influye profundamente en cómo nos sentimos.
Nuestro cerebro no funciona aislado del cuerpo; se alimenta, literalmente, de lo que le damos.
Por eso, ciertos alimentos no solo impactan nuestra energía o concentración, sino también nuestras emociones.
Desde la psicología cognitivo-conductual, reconocemos que los pensamientos, las emociones y las conductas están entrelazados, pero también que el estado biológico —incluida la nutrición— juega un papel clave.
En este artículo exploraremos los 10 alimentos que provocan ansiedad y depresión, para que puedas reconocerlos y tomar decisiones más conscientes sobre tu bienestar emocional.

El vínculo entre alimentación y salud mental
La ansiedad y la depresión son condiciones complejas, con múltiples causas: factores genéticos, aprendizajes tempranos, estilos de pensamiento, condiciones ambientales y también hábitos físicos.
Entre estos últimos, la dieta ocupa un lugar importante.
Un patrón alimentario alto en azúcares refinados, grasas trans y aditivos puede alterar los niveles de neurotransmisores como los son GABA, dopamina y serotonina, todos claves en la regulación emocional.
Desde el enfoque cognitivo-conductual, si bien se trabaja sobre los pensamientos y comportamientos, también se fomenta la autorregulación integral, lo que incluye la alimentación como parte del tratamiento.
Los 10 alimentos que provocan ansiedad y depresión
- Azúcar refinada
Eleva rápidamente los niveles de glucosa, lo que genera un subidón energético seguido de una caída brusca. Esto desestabiliza el estado de ánimo y puede aumentar la irritabilidad y la fatiga mental. - Bebidas energéticas y refrescos
Al combinar cafeína, azúcares y aditivos artificiales, estimulan el sistema nervioso de forma artificial, provocando luego un “bajón” emocional asociado con la ansiedad. - Comida ultraprocesada
Snacks, productos empaquetados y platos precocinados contienen grasas trans, glutamato monosódico (MSG) y aditivos que alteran el equilibrio neuroquímico y fomentan respuestas inflamatorias en el cerebro. - Harinas blancas
Pan, pastas y productos de bollería hechos con harinas refinadas tienen un índice glucémico alto, lo que puede inducir fluctuaciones emocionales y sensación de agotamiento. - Alcohol
Aunque puede parecer un ansiolítico temporal, interfiere con el sueño, la serotonina y otros neurotransmisores, provocando mayor ansiedad y estados depresivos a largo plazo. - Edulcorantes artificiales
Sustancias como el aspartamo pueden alterar la producción de dopamina y serotonina en personas sensibles, generando efectos negativos en el estado de ánimo. - Carnes procesadas
Alimentos como salchichas, embutidos o jamón curado contienen nitratos y sodio en exceso, que pueden aumentar la inflamación sistémica, afectando también al sistema nervioso. - Cafeína en exceso
Aunque puede mejorar la alerta a corto plazo, su abuso está vinculado a síntomas de ansiedad, insomnio y cambios de humor en personas vulnerables. - Aceites vegetales refinados
El consumo elevado de aceites de maíz, soya o canola, ricos en omega-6, desequilibra la proporción con los omega-3, lo que favorece procesos inflamatorios cerebrales asociados con la depresión. - Comidas rápidas
Ricas en grasas saturadas, sodio y pobre en nutrientes esenciales, afectan la microbiota intestinal, lo que a su vez puede deteriorar la comunicación intestino-cerebro, fundamental para la estabilidad emocional.
¿Cómo influye esto desde una mirada cognitivo-conductual?
El enfoque cognitivo-conductual comprende que nuestros pensamientos no se producen en el vacío: están condicionados por variables internas como la calidad del sueño, el nivel de ejercicio y, por supuesto, la alimentación.
Una dieta que incluya alimentos que provocan depresión y ansiedad, no solo afecta el cuerpo, sino que también contribuye al mantenimiento de sesgos cognitivos negativos, falta de motivación, dificultad para autorregularse y pensamientos instrusivos y rumiativos.
Por eso, fomentar hábitos saludables es también una forma de intervenir en la calidad del diálogo interno.
Sugerencias prácticas para el lector
- Lleva un diario alimenticio emocional: anota qué comes y cómo te sientes después. Verás patrones.
- Sustituye progresivamente los alimentos procesados por opciones frescas: frutas, frutos secos, legumbres.
- Cuida tu microbiota intestinal: consume alimentos fermentados como yogur natural, kéfir o chucrut.
- Evita comer por ansiedad: antes de abrir la nevera, pregúntate si realmente tienes hambre o si estás buscando alivio emocional. Aprende a cómo dejar de comer por ansiedad.
- Consulta a un nutricionista: para diseñar un plan de alimentación que favorezca tu salud mental.
Conclusiones
Aunque los pensamientos juegan un rol central en la ansiedad y la depresión, no podemos dejar fuera el cuerpo que los sostiene.
Reconocer los alimentos que provocan ansiedad y depresión permite tener una visión más completa del bienestar.
Desde la psicología cognitivo-conductual, intervenir en la conducta alimentaria es también intervenir en los circuitos de retroalimentación que mantienen el malestar.
Comer es una decisión cotidiana que puede ser parte del problema, o parte de la solución.
La elección está, en parte, en tus manos.
Links de interés
- Psiquiatría nutricional: cómo lo que comemos afecta la salud mental – Harvard Health
- Efectos del azúcar y aditivos sobre el estado de ánimo – Mental Health Foundation
- Artículo relacionado: ¿Qué es la depresión y cómo se manifiesta?
Referencias bibliográficas
- Jacka, F. N., et al. (2017). Nutritional psychiatry: the present state of the evidence. Proceedings of the Nutrition Society, 76(4), 427–436.
- Sánchez-Villegas, A., & Martínez-González, M. A. (2013). Diet, a new target to prevent depression? BMC Medicine, 11(1), 3.
- Benton, D., & Donohoe, R. T. (1999). The effects of nutrients on mood. Public Health Nutrition, 2(3A), 403–409.
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