¿Qué es el alcoholismo?
Entender qué es el alcoholismo implica mucho más que identificar un exceso en el consumo de alcohol.
Este trastorno, también conocido como trastorno por consumo de alcohol, es una condición médica y psicológica reconocida por los manuales internacionales de diagnóstico como el DSM-5 y la CIE-11.
Se caracteriza por un patrón problemático de uso que conduce a deterioro o malestar significativo, afectando el cuerpo, la mente y las relaciones de quien lo padece.
Desde la perspectiva cognitivo-conductual, el alcoholismo se comprende como una combinación de aprendizajes disfuncionales, condicionamientos reforzados por el entorno y estrategias de afrontamiento ineficaces frente al malestar.
En este artículo abordaremos las características fundamentales de este trastorno, sus manifestaciones, sus causas psicológicas y las formas de intervención terapéutica más efectivas, finalizando con un caso clínico y sugerencias prácticas para el lector.

¿Qué es el alcoholismo?
Naturaleza del trastorno: criterios diagnósticos y gravedad
Según el DSM-5, el trastorno por consumo de alcohol se diagnostica cuando al menos dos de los siguientes síntomas ocurren durante un período de 12 meses:
- Consumo en mayores cantidades o por más tiempo del previsto
- Deseo persistente de dejar de beber sin éxito
- Uso continuo a pesar de los problemas causados
- Tolerancia creciente
- Síntomas de abstinencia
La gravedad del trastorno se clasifica en leve, moderado o grave, dependiendo del número de criterios presentes.
La CIE-11 también lo incluye bajo el nombre de “trastorno por consumo de alcohol”, y describe:
- Un patrón de uso que conduce a deterioro del control sobre la ingesta
- Prioridad dada al consumo por sobre otras actividades
- Persistencia en el uso a pesar de consecuencias negativas.
Ambos sistemas reconocen que este no es un problema de “fuerza de voluntad”, sino una condición clínica que requiere tratamiento y acompañamiento profesional.
Factores psicológicos y conductuales implicados
Desde la terapia cognitivo-conductual, el alcoholismo se comprende como una conducta aprendida que cumple funciones específicas para la persona.
Por ejemplo, algunas personas beben para aliviar ansiedad, otras para enfrentar la soledad, el aburrimiento, la timidez o el insomnio.
El alcohol se convierte así en una forma de evitación experiencial, es decir, un intento de no sentir malestar.
También es frecuente encontrar distorsiones cognitivas asociadas, como: “yo controlo mi consumo”, “el alcohol es lo único que me calma” o “puedo dejar cuando quiera”.
Estas creencias perpetúan el ciclo de consumo y dificultan el reconocimiento del problema.
Asimismo, los reforzadores sociales (como beber en eventos o celebraciones) y los estímulos condicionados (ambientes, horarios, emociones) contribuyen a mantener el patrón.
La comprensión de estas variables es esencial para diseñar una intervención eficaz.
Consecuencias del alcoholismo: cuerpo, mente y relaciones
El alcoholismo tiene múltiples consecuencias a nivel físico, emocional, cognitivo y relacional.
Entre las más frecuentes encontramos:
- Daños hepáticos, gastrointestinales, neurológicos y cardiovasculares.
- Síntomas de depresivos, Síntomas de ansiedad, irritabilidad y algún trastorno del sueño.
- Deterioro de la memoria, disminución de la atención y lentitud cognitiva.
- Conflictos familiares, laborales y sociales, asociados al comportamiento bajo el efecto del alcohol o a la negligencia de responsabilidades.
Con el tiempo, el alcohol deja de ser un “placer ocasional” para transformarse en una necesidad que estructura la vida cotidiana, generando aislamiento, dependencia y riesgo de consecuencias graves, como accidentes o enfermedades crónicas.
Tratamiento y recuperación: el enfoque cognitivo-conductual
El tratamiento del alcoholismo requiere una intervención planificada, continua y personalizada.
Desde la psicología cognitivo-conductual, se abordan los siguientes aspectos clave:
- Motivación para el cambio: trabajando desde entrevistas motivacionales y reforzamiento positivo, para ayudar a la persona a identificar las razones internas para dejar de beber.
- Reestructuración cognitiva: identificar y cuestionar creencias disfuncionales sobre el alcohol y sobre sí mismo, reemplazándolas por pensamientos más realistas y adaptativos.
- Técnicas de manejo de como calmar la ansiedad y emociones: enseñar habilidades de regulación emocional, afrontamiento activo y tolerancia al malestar sin recurrir al alcohol.
- Prevención de recaídas: anticipando situaciones de riesgo, desarrollando respuestas alternativas y fortaleciendo el sentido de autoeficacia.
- Fortalecimiento de la red de apoyo: incluir la participación de la familia, la pareja o grupos de ayuda mutua, para sostener el proceso a largo plazo.
El objetivo no es solo dejar de beber, sino reconstruir una vida significativa y funcional, donde el bienestar no dependa de una sustancia.
Caso clínico: Claudia y el aprendizaje del autocuidado
Claudia, de 42 años, llegó a consulta derivada por su médico de atención primaria.
Consumía vino todas las noches “para relajarse” y había comenzado a tener dificultades en el trabajo y discusiones frecuentes con su pareja.
Inicialmente, no consideraba que tuviera un problema, pero reconocía que “el alcohol le estaba pasando la cuenta”.
A lo largo del proceso terapéutico, se identificaron múltiples creencias asociadas (“sin alcohol no puedo dormir”, “si no bebo, todo me supera”) y se trabajaron alternativas para gestionar el estrés, como técnicas de respiración, ejercicio físico, escritura emocional y contacto social significativo.
Claudia aprendió a reconocer sus emociones, expresar necesidades y decir no sin sentirse culpable.
Al cabo de seis meses, había reducido significativamente su consumo, mejorado su calidad de sueño y fortalecido su autoestima.
Este caso muestra que, con un abordaje adecuado, la recuperación es posible incluso cuando el problema ha sido negado por mucho tiempo.
Sugerencias para el lector
- Autoevaluación honesta: si sientes que el consumo de alcohol está afectando tu vida diaria, es importante detenerse y reflexionar.
- Pide ayuda profesional: no es necesario tocar fondo para iniciar un tratamiento; pedir ayuda es un acto de fortaleza.
- Evita el aislamiento: hablar con alguien de confianza o buscar grupos de apoyo puede ser un primer paso hacia el cambio.
- Identifica los disparadores: observa qué emociones, situaciones o pensamientos te impulsan a beber.
- Cultiva alternativas saludables: ejercicios, hobbies, meditación o vínculos afectivos pueden convertirse en nuevas fuentes de bienestar.
Conclusión
Comprender qué es el alcoholismo implica reconocerlo como un trastorno complejo, con múltiples causas y consecuencias, pero también con muchas posibilidades de tratamiento.
Desde la psicología cognitivo-conductual, es posible intervenir de manera efectiva, ayudando a las personas a construir un sentido renovado de vida, libre de dependencia.
El primer paso es dejar de negar el problema y atreverse a buscar ayuda. Porque la recuperación es difícil, sí, pero también absolutamente posible.
Recursos a explorar
- Organización Mundial de la Salud – Consumo nocivo de alcohol
- Instituto Nacional sobre el Abuso de Alcohol y Alcoholismo (NIAAA)
- Trastornos por consumo de sustancias según criterios DSMV
- Consecuencias de las adicciones
Referencias bibliográficas
- American Psychiatric Association. (2013). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5).
- Organización Mundial de la Salud. (2019). Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11).
- Miller, W. R., & Rollnick, S. (2013). Entrevista motivacional: ayudar a las personas a cambiar. Guilford Press.
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