La ansiedad sube la presión
La ansiedad sube la presión

¿La ansiedad sube la presión?

¿La ansiedad sube la presión?

Muchas personas experimentan un aumento en sus latidos cardíacos, sudoración y una sensación de tensión en el cuerpo cuando se sienten ansiosas.

Pero ¿la ansiedad sube la presión arterial realmente?

Esta es una duda frecuente, especialmente cuando se manifiestan síntomas físicos de ansiedad intensos.

En este artículo exploraremos la relación entre la ansiedad y la presión arterial, cómo distinguir una subida puntual de una condición crónica, y qué hacer para regularla eficazmente desde un enfoque psicológico y conductual.

La ansiedad sube la presión
La ansiedad sube la presión

¿La ansiedad sube la presión?

La conexión entre ansiedad y presión arterial

Desde una perspectiva fisiológica, la ansiedad activa el sistema nervioso simpático, lo que provoca la liberación de adrenalina y cortisol.

Esta respuesta de “lucha o huida” prepara al cuerpo para reaccionar ante una amenaza, real o percibida, aumentando temporalmente la frecuencia cardíaca y la presión arterial.

Es una respuesta adaptativa a corto plazo.

Sin embargo, si la ansiedad se mantiene en el tiempo o se vuelve crónica, estos episodios de elevación transitoria pueden volverse frecuentes, lo que podría tener implicancias para la salud cardiovascular.

Estudios como los publicados en la revista Hypertension han demostrado que los episodios de ansiedad intensamente que elevan la presión arterial de manera significativa, aunque temporal.

Sin embargo, no existe consenso claro sobre si la ansiedad puede causar hipertensión permanente, aunque sí puede dificultar su control o cronificar la sintomatología en personas predispuestas.

Diferencias entre hipertensión y aumento de presión por ansiedad

Es importante diferenciar entre la hipertensión crónica y una elevación transitoria causada por ansiedad.

La hipertensión se diagnostica cuando hay una elevación sostenida de la presión arterial en el tiempo, generalmente por encima de 140/90 mmHg, medida en condiciones normales de reposo.

En contraste, la ansiedad puede provocar picos de presión que regresan a niveles normales una vez que disminuye el estado de activación.

Este tipo de elevación se conoce como hipertensión reactiva o presión de bata blanca, y muchas veces desaparece sin medicación.

En estos casos, no hay daño persistente en el sistema cardiovascular, pero si la ansiedad no se regula, los episodios pueden repetirse y generar desgaste fisiológico.

Cómo se manifiesta la ansiedad sube la presión alta

Los síntomas de presión alta por ansiedad suelen aparecer junto con otros signos típicos de ansiedad, como:

  • Palpitaciones
  • Dificultad para respirar
  • Mareos por ansiedad
  • Tensión muscular
  • Dolor de cabeza
  • Sensación de desmayo

Muchas personas interpretan estos síntomas como señales de un problema cardíaco, lo que aumenta aún más su ansiedad.

Esta retroalimentación entre mente y cuerpo refuerza el círculo vicioso del miedo y la activación fisiológica.

Es por eso que trabajar la ansiedad desde una perspectiva cognitivo-conductual resulta fundamental para romper este patrón.

Enfoque cognitivo-conductual para regular la ansiedad sube la presión

Desde la terapia cognitivo-conductual (TCC), la ansiedad se entiende como un resultado de interpretaciones catastrofistas sobre situaciones o sensaciones corporales.

Cuando interpretamos un aumento de los latidos como “algo grave”, se activa aún más el sistema de alarma, generando más síntomas y más preocupación.

Uno de los primeros pasos en la TCC es identificar esos pensamientos distorsionados y reemplazarlos por interpretaciones más realistas, a través de técnicas como la reestructuración cognitiva.

También se aplican estrategias conductuales como la respiración diafragmática, la relajación muscular progresiva de Jacobson, y la exposición gradual a situaciones que generan ansiedad.

Estas intervenciones no solo ayudan a reducir los síntomas de ansiedad, sino que también contribuyen a regular el sistema nervioso autónomo, favoreciendo una presión arterial más estable en el tiempo.

Caso práctico: Andrés, 38 años

Andrés es un profesional que, tras un episodio de estrés laboral, comenzó a experimentar palpitaciones, sensación de opresión en el pecho y presión alta en momentos de tensión.

Preocupado por su salud cardiovascular, consultó a un cardiólogo, quien descartó problemas orgánicos. Fue derivado a psicoterapia cognitivo-conductual.

Durante las sesiones, Andrés identificó pensamientos intrusivos como “voy a morir de un infarto” cada vez que sentía palpitaciones.

Aprendió a reconocer los síntomas de ansiedad, practicar respiración consciente, y desafiar sus pensamientos catastróficos.

Con el tiempo, sus episodios de presión alta disminuyeron, al igual que su ansiedad anticipatoria.

Hoy, Andrés ha retomado su vida con mayor tranquilidad y autocuidado.

Sugerencias prácticas para manejar la presión alta por ansiedad

  1. Monitorea tu presión en momentos de calma: Esto te ayudará a saber si tienes una presión basal alta o si solo aumenta en momentos de ansiedad.
  2. Identifica los pensamientos que te alarman: Haz un registro diario de los pensamientos automáticos negativos que aparecen ante síntomas físicos.
  3. Practica técnicas de respiración lenta y profunda: Reduce la activación del sistema simpático y ayuda a regular la presión.
  4. Haz ejercicio moderado regularmente: Mejora la salud cardiovascular y reduce los niveles de ansiedad.
  5. Evita la cafeína y otros estimulantes: Pueden aumentar la presión y la ansiedad.
  6. Consulta a un profesional en psicología: Si los síntomas persisten, una intervención cognitivo-conductual puede ayudarte a comprender y manejar mejor tus respuestas físicas y emocionales.

Conclusión

Entonces, ¿la ansiedad sube la presión?

Sí, en muchas personas, la ansiedad puede provocar aumentos momentáneos de la presión arterial como parte de la respuesta de estrés.

Sin embargo, no siempre conduce a hipertensión crónica.

Lo importante es abordar las causas subyacentes de la ansiedad y aprender estrategias para gestionar tanto el cuerpo como los pensamientos que intensifican los síntomas.

La psicología cognitivo-conductual ofrece herramientas concretas y eficaces para lograrlo.

Recursos a explorar

Referencias bibliográficas

  1. American Psychological Association (2020). Anxiety and Physical Health.
  2. James, P. A., et al. (2014). 2014 evidence-based guideline for the management of high blood pressure in adults. JAMA.
  3. Barlow, D. H. (2014). Clinical Handbook of Psychological Disorders. Guilford Press.

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