gestión del estrés
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¿Cómo se desarrolla la gestión del estrés?

Gestión del estrés

En algún momento, todos enfrentamos situaciones que nos sobrepasan: fechas límite, decisiones importantes, conflictos personales o una carga emocional difícil de sostener. La gestión del estrés puede ser un factor clave para cuidar tu salud mental.

Frente a estos desafíos, no todos reaccionamos igual. Mientras algunas personas parecen mantener la calma con naturalidad, otras se sienten rápidamente abrumadas. ¿Qué marca la diferencia?

La respuesta está en cómo se ha desarrollado la gestión del estrés. Este conjunto de habilidades no surge por azar, sino que se construye, se entrena y se transforma a lo largo de la vida.

Comprender su evolución desde la perspectiva de la psicología cognitivo-conductual nos permite identificar qué factores la fortalecen y cómo podemos entrenarla para vivir con mayor bienestar.

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Desarrollo del tema

La base biológica y conductual del afrontamiento

La gestión del estrés comienza con una respuesta biológica automática.

Cuando percibimos una amenaza —real o interpretada— nuestro cuerpo activa el sistema nervioso simpático, liberando cortisol -la hormona del estrés– y adrenalina.

Esta reacción es útil a corto plazo, pero si se mantiene en el tiempo sin estrategias de regulación, puede volverse perjudicial.

Desde una mirada cognitivo-conductual, el modo en que aprendemos a gestionar esta activación depende tanto de nuestras experiencias tempranas como de los modelos de afrontamiento que observamos.

Si desde pequeños vimos respuestas adaptativas frente al estrés —como hablar de lo que nos pasa, tomar pausas o pedir ayuda— es más probable que internalicemos estas estrategias.

Por el contrario, si fuimos testigos de evitación, rigidez o conductas explosivas, podemos reproducir esos patrones sin darnos cuenta.

Pensamientos, emociones y conducta: el triángulo de la autorregulación

Una parte esencial del desarrollo de la gestión del estrés es tomar conciencia de cómo los pensamientos, emociones y conductas interactúan.

La psicología cognitivo-conductual plantea que no son los eventos en sí los que nos generan estrés, sino la interpretación que hacemos de ellos.

Por ejemplo, pensar “esto es demasiado para mí” frente a una exigencia activa emociones de ansiedad o desesperanza, y suele llevar a conductas de evitación o bloqueo.

Aprender a identificar estos pensamientos automáticos y modificarlos por otros más funcionales —como “puedo dividir esto en pasos” o “no tengo que hacerlo perfecto, solo avanzar”— permite reducir la intensidad del estrés.

Esta habilidad, conocida como reestructuración cognitiva, es una de las herramientas más potentes para entrenar la mente en momentos de alta exigencia.

Estilo de afrontamiento: ¿reacción o acción?

Otro aspecto clave en la evolución de la gestión del estrés es el estilo de afrontamiento predominante. Las personas que responden con estrategias activas —buscar soluciones, apoyarse en otros, reinterpretar la situación— desarrollan un mayor control sobre sus emociones y una menor reactividad ante lo inesperado.

En cambio, quienes tienden a evadir, rumiar o procrastinar, suelen experimentar un estrés más crónico y debilitante.

Estos estilos no son fijos. Con práctica y conciencia, pueden transformarse.

La psicología cognitivo-conductual propone ejercicios conductuales, como planificar tareas graduales o enfrentar progresivamente situaciones temidas, que permiten moldear nuevas respuestas y fortalecer la sensación de autoeficacia, es decir, la creencia de que uno puede manejar lo que enfrenta.

Contexto, hábitos y regulación emocional

La gestión del estrés también se desarrolla en relación con el entorno.

Un estilo de vida que favorece el descanso, la alimentación saludable, el ejercicio físico y los vínculos seguros crea un terreno fértil para una mejor autorregulación emocional.

Por el contrario, la exposición constante a ambientes caóticos, hiperexigentes o solitarios puede aumentar la vulnerabilidad al estrés.

La regulación emocional, entendida como la capacidad para identificar, expresar y modular las emociones, se entrena tanto en la vida cotidiana como en la terapia.

Técnicas como la atención plena, la escritura expresiva o los ejercicios de activación conductual permiten reconocer estados internos sin quedar atrapados en ellos.

Al cultivar estos hábitos, la gestión del estrés se convierte en una práctica sostenida y no en una reacción desesperada cuando ya nos sentimos sobrepasados.

Sugerencias prácticas para el lector

  1. Observa tus respuestas al estrés y pregúntate: ¿son aprendidas o útiles?
  2. Lleva un registro de pensamientos frecuentes en situaciones estresantes y busca alternativas más funcionales.
  3. Entrena estrategias activas de afrontamiento: divide tareas, busca apoyo o escribe tus opciones.
  4. Cuida tu contexto: prioriza el descanso, la conexión social y las rutinas que favorecen tu equilibrio.
  5. Practica técnicas de regulación emocional como mindfulness o respiración consciente al menos una vez al día. Revisa ejercicios para la atención plena y ejemplos de ejercicios de respiración.
  6. Revisa con honestidad si tu estilo de afrontamiento te acerca o aleja del bienestar que deseas.

Conclusiones

La gestión del estrés no es una habilidad que se tenga o no se tenga: es un proceso que se construye, se entrena y se transforma con la experiencia.

Desde la psicología cognitivo-conductual, entendemos que cada persona puede aprender a relacionarse de forma diferente con sus pensamientos, emociones y comportamientos en momentos de tensión.

No se trata de eliminar el estrés, sino de reconocerlo a tiempo, entender qué lo alimenta y responder con estrategias que favorezcan el bienestar.

Fortalecer esta capacidad requiere compromiso, autoconocimiento y práctica, pero ofrece una recompensa invaluable: la posibilidad de vivir con mayor presencia, libertad y equilibrio, incluso en medio de las dificultades.

Por último, la gestión del estrés y las técnicas para el manejo del estrés, te pueden ayudar a que no desarrolles estrés crónico.

Links de interés

Referencias bibliográficas

  1. Lazarus, R. S., & Folkman, S. (1984). Stress, appraisal, and coping. Springer Publishing Company.
  2. Beck, J. S. (2011). Terapia cognitiva: Teoría y práctica. Ediciones Paidós.
  3. Barlow, D. H. (2002). Anxiety and Its Disorders. Guilford Press.

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