factores de riesgo de la depresión
factores de riesgo de la depresión

5 factores de riesgo de la depresión

5 factores de riesgo de la depresión

La depresión no es simplemente un estado pasajero de tristeza, sino un trastorno complejo que afecta pensamientos, emociones y conductas de quien la padece.

Comprender qué puede llevar a una persona a desarrollarla es un paso fundamental para su prevención y tratamiento.

Desde la psicología cognitivo-conductual, identificar los factores que predisponen o mantienen la depresión es esencial para poder intervenir a tiempo.

En este artículo exploraremos los 5 factores de riesgo de la depresión más relevantes, entendidos no como causas deterministas, sino como condiciones que pueden aumentar la probabilidad de que el trastorno se manifieste.

Al reconocerlos, es posible tomar medidas preventivas, realizar intervenciones tempranas y, en muchos casos, reducir el sufrimiento innecesario.

factores de riesgo de la depresión
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5 factores de riesgo de la depresión

Las experiencias tempranas de vida y el desarrollo de creencias disfuncionales

Uno de los primeros factores de riesgo de la depresión se encuentra en las vivencias de la infancia.

Desde el enfoque cognitivo-conductual, se sostiene que experiencias adversas —como negligencia emocional, abuso, rechazo parental o sobreexigencia— contribuyen a la formación de esquemas cognitivos disfuncionales.

Estos esquemas son como “lentes” a través de los cuales la persona interpreta el mundo y a sí misma.

Cuando una persona crece sintiéndose no vista o no valorada, puede desarrollar creencias como “no soy suficiente” o “si fracaso, no merezco amor” u otras frases de depresión.

Estas creencias no se activan constantemente, pero pueden emerger frente a pérdidas, críticas o desafíos importantes, actuando como disparadores del episodio depresivo.

Beck (1979) propuso que la tríada cognitiva de la depresión —visión negativa de uno mismo, del mundo y del futuro— tiene sus raíces en estos aprendizajes tempranos.

Conoce el inventario de depresión de Beck.

El estrés crónico y los eventos vitales negativos

Aunque todas las personas enfrentan adversidades, no todas desarrollan depresión.

Sin embargo, cuando el estrés se vuelve persistente —por dificultades económicas, relaciones tóxicas o ambientes laborales hostiles— y la persona no cuenta con recursos internos o externos suficientes, el riesgo se incrementa.

A esto se suman eventos vitales como una separación, pérdida de un ser querido o enfermedad grave, que pueden actuar como detonantes.

Desde la TCC, estos eventos no generan lo que es la depresión por sí solos.

Lo que determina la reacción emocional es cómo la persona interpreta lo que le ocurre.

Si frente a una pérdida se instala el pensamiento de que “no podré seguir adelante”, la tristeza puede volverse desesperanza, y esta desesperanza puede llevar a la inacción, perpetuando el estado depresivo.

Por eso, intervenir en los patrones de pensamiento es crucial para evitar que un evento estresante derive en un trastorno.

Aislamiento social y dificultades interpersonales

El ser humano es un ser social por naturaleza, y las relaciones significativas actúan como factores protectores frente a la adversidad emocional.

Por el contrario, el aislamiento social o la presencia de vínculos conflictivos pueden ser factores de riesgo importantes.

La falta de apoyo social, la ausencia de validación o la repetición de experiencias relacionales negativas refuerzan la sensación de inutilidad y abandono que muchas veces acompaña a la depresión.

Desde el enfoque cognitivo-conductual, se trabaja no solo modificando pensamientos intrusivos como “nadie se preocupa por mí”, sino también activando conductas de acercamiento: llamar a alguien, expresar una necesidad, participar en actividades grupales.

Estas acciones, aunque al principio pueden resultar forzadas, suelen generar retroalimentaciones positivas que ayudan a desafiar la visión distorsionada de las relaciones.

Vulnerabilidad biológica y predisposición genética

Aunque este artículo se enfoca en los factores cognitivos y conductuales, es necesario reconocer que existe evidencia sobre la predisposición genética en algunos casos de depresión.

Estudios con gemelos y familias muestran que ciertos individuos pueden tener una mayor vulnerabilidad biológica al desequilibrio de neurotransmisores como dopamina y serotonina.

Sin embargo, esta predisposición no determina el destino de la persona.

La psicología cognitivo-conductual trabaja desde el supuesto de que, incluso con vulnerabilidad biológica, es posible intervenir en los pensamientos, emociones y conductas para modificar el curso del trastorno.

Por eso, el tratamiento no se opone a los abordajes médicos, sino que puede complementarse con ellos.

En muchos casos, la combinación de farmacoterapia y TCC ha mostrado ser más efectiva que cualquiera por separado (Cuijpers et al., 2013).

Estilo de vida y hábitos desregulados

Por último, uno de los factores de riesgo de la depresión más subestimados es el conjunto de hábitos que sostienen nuestro bienestar cotidiano.

La falta de sueño reparador, la mala alimentación, el sedentarismo y el consumo problemático de sustancias actúan como variables que alteran el estado de ánimo.

Cuando estos factores se acumulan, no solo deterioran la salud física, sino que generan las condiciones ideales para que emerjan pensamientos depresivos.

La TCC incluye intervenciones conductuales como el registro de actividades, la activación programada y la regulación del ritmo circadiano para reestablecer rutinas saludables.

El enfoque no es culpar al paciente, sino acompañarlo en el diseño de cambios sostenibles, desde pequeños pasos: una caminata diaria, una hora fija de sueño, una comida nutritiva.

Por ejemplo, conoce los alimentos prohibidos para la depresión.

Estas acciones no son solo preventivas, sino también terapéuticas.

Sugerencias prácticas para el lector sobre los factores de riesgo de la depresión

  1. Reflexiona sobre tus creencias nucleares. ¿Te descubres pensando que no eres suficiente, o que no mereces afecto si fallas? Identificar estas creencias es el primer paso para transformarlas.
  2. Monitorea tus niveles de estrés. Lleva un registro de situaciones estresantes y cómo las interpretas. Pregúntate: ¿estoy reaccionando a lo que ocurre, o a lo que pienso sobre lo que ocurre?
  3. Fortalece tus vínculos. Haz una lista de personas con las que puedas hablar o compartir actividades. El aislamiento refuerza la depresión; el contacto humano puede contrarrestarla.
  4. Evalúa tus hábitos diarios. ¿Duermes bien? ¿Te alimentas adecuadamente? ¿Realizas actividad física? Pequeños cambios pueden tener un gran impacto en tu estado de ánimo. Por ejemplo, incopora el hábito de la higiene del sueño para cuidar tu descanso.
  5. Busca ayuda profesional. Si reconoces varios de estos factores en tu vida y el malestar se mantiene, un proceso psicoterapéutico puede ayudarte a generar cambios profundos y sostenibles. Puedes agendar una sesión psicológica online aquí.

Conclusiones

La depresión no surge de la nada, ni es un signo de debilidad personal. El significado de depresión implica una oportunidad de crecimiento y desarrollo

Comprender los factores de riesgo de la depresión permite abordarla con mayor claridad y sin estigmas.

Desde la perspectiva cognitivo-conductual, el foco no está solo en explicar por qué alguien está mal, sino en ayudarle a estar mejor.

Conocer las experiencias que influyen, los patrones de pensamiento que perpetúan el malestar y los hábitos que lo sostienen, abre la puerta a una intervención activa, basada en el cambio gradual y sostenido.

Porque prevenir la depresión también es cuidarnos antes de que el dolor se vuelva silencio.

Links de interés

Referencias bibliográficas

  • Beck, A. T., Rush, A. J., Shaw, B. F., & Emery, G. (1979). Cognitive Therapy of Depression. Guilford Press.
  • Cuijpers, P., van Straten, A., Andersson, G., & van Oppen, P. (2013). Psychotherapy for depression in adults: A meta-analysis of comparative outcome studies. Journal of Consulting and Clinical Psychology, 76(6), 909–922.
  • Young, J. E., Klosko, J. S., & Weishaar, M. E. (2003). Schema Therapy: A Practitioner’s Guide. Guilford Press.

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