eutanasia por depresión
eutanasia por depresión

Reflexión: ¿se puede aplicar la eutanasia por depresión?

Reflexión: ¿se puede aplicar la eutanasia por depresión?

El tema de la eutanasia por depresión ha generado intensos debates éticos, médicos y legales a nivel internacional.

Algunos países han abierto la posibilidad de considerar el sufrimiento psíquico insoportable como criterio válido para solicitar una muerte asistida, lo que ha encendido alarmas tanto en el ámbito clínico como en la sociedad.

¿Es legítimo equiparar la desesperanza de la depresión con un sufrimiento físico irreversible? ¿Cómo evaluar si una persona con depresión tiene la capacidad real de decidir sobre su vida y su muerte?

Desde la psicología cognitivo-conductual, esta reflexión se torna especialmente delicada.

Esta corriente parte del principio de que los pensamientos distorsionados pueden influir radicalmente en el estado emocional y en la toma de decisiones.

Por lo tanto, en muchas situaciones de depresión severa, lo que parece un deseo irrevocable de morir puede transformarse con una intervención terapéutica adecuada.

Este artículo no pretende ofrecer una respuesta definitiva, sino profundizar en los dilemas que emergen cuando se plantea la eutanasia como respuesta al dolor psicológico.

eutanasia por depresión
eutanasia por depresión

¿Se puede aplicar la eutanasia por depresión?

¿Qué se entiende por eutanasia por depresión?

La eutanasia por depresión se refiere a la posibilidad de acceder legalmente a una muerte asistida cuando el sufrimiento psicológico, producto de un trastorno depresivo mayor, se considera intolerable, persistente y sin expectativa de mejora.

Países como Bélgica y Países Bajos han permitido este procedimiento bajo criterios estrictos, aunque con creciente controversia.

En estos contextos, se exige que el paciente haya sido evaluado por varios profesionales, que exista un historial prolongado de tratamientos fallidos y que el deseo de morir sea consistente a lo largo del tiempo.

Aun así, el debate se mantiene abierto: ¿es posible garantizar que ese deseo no sea producto mismo de la alteración cognitiva propia del trastorno depresivo?

Desde el enfoque cognitivo-conductual, la depresión modifica significativamente la forma en que una persona percibe la realidad, anticipa el futuro y valora sus propias capacidades.

Por tanto, este deseo de morir puede ser más bien una expresión de desesperanza aprendida que una decisión libre y estable.

La distorsión cognitiva en la depresión

Uno de los pilares de la TCC es la identificación de distorsiones cognitivas: errores sistemáticos en el pensamiento que alimentan emociones disfuncionales.

En el caso de la depresión, suelen encontrarse:

a. Visión negativa del futuro

La persona no ve posibilidades de mejora, proyecta un futuro vacío y cree que nada cambiará. Esta profecía autocumplida refuerza la idea de que “morir es la única salida”.

b. Inferencias arbitrarias y sobregeneralización

Se toman experiencias aisladas como evidencia de que la vida carece de valor. Por ejemplo: “Fracasé en esta relación, nunca podré ser feliz”.

c. Personalización y autodesvalorización

La culpa excesiva y la idea de ser una carga para los demás pueden llevar a pensamientos como “mi muerte es lo mejor para todos”.

d. Pensamiento dicotómico

La tendencia a pensar en extremos: “O me curo por completo, o no vale la pena seguir viviendo”.

Estos pensamientos, sostenidos en el tiempo, pueden construir una narrativa interna devastadora.

Sin embargo, son modificables con intervención terapéutica adecuada.

¿Es posible un sufrimiento psicológico irreversible?

Esta es una de las preguntas centrales en torno a la eutanasia por depresión.

Los defensores argumentan que, así como existen enfermedades físicas incurables que provocan sufrimiento intolerable, también hay depresiones refractarias, que no responden a tratamientos médicos ni psicológicos a lo largo de los años.

Sin embargo, desde la práctica clínica cognitivo-conductual se ha observado que incluso en los casos más severos, el trabajo sobre pensamientos, conductas y entornos puede generar cambios significativos.

Algunos factores que complican esta percepción de “irreversibilidad” son:

a. Acceso limitado a tratamientos de calidad

Muchas personas diagnosticadas con depresión no reciben tratamiento cognitivo-conductual adecuado, o lo hacen de forma breve e interrumpida.

b. Comorbilidades mal abordadas

El consumo de sustancias, traumas no resueltos o trastornos de personalidad pueden dificultar la eficacia de las terapias si no se abordan integralmente.

c. Falta de esperanza terapéutica

Cuando el entorno médico o familiar transmite la idea de que ya no hay nada que hacer, el paciente puede internalizar este mensaje y dejar de buscar alternativas.

d. Estigmatización del sufrimiento psíquico

A diferencia del dolor físico, el dolor emocional se banaliza o se percibe como exagerado.

Esto puede alimentar la desconexión y el aislamiento.

¿Cuál es el rol ético del terapeuta?

En este contexto, el papel del psicólogo cognitivo-conductual es crucial.

Su tarea no solo es aplicar técnicas, sino también ofrecer un espacio seguro, sin juicio, que permita revisar las creencias más dolorosas desde la compasión, la ciencia y la racionalidad.

El terapeuta puede trabajar con el paciente en:

  • Identificar el origen del deseo de morir.
  • Reconocer los pensamientos intrusivos que alimentan la desesperanza.
  • Aplicar intervenciones conductuales para reconectar con el entorno.
  • Validar el sufrimiento sin reforzar la idea de que la muerte es la única opción.

En casos donde la idea de morir persiste, es deber ético del profesional derivar a equipos interdisciplinarios, asegurando una evaluación amplia que incluya psiquiatría, trabajo social, medicina y bioética.

Sugerencias prácticas para el lector

  1. Si experimentas pensamientos persistentes de muerte o inutilidad, no los tomes como verdades absolutas. Son síntomas, no señales de tu valor personal.
  2. Busca ayuda profesional especializada. La depresión se puede tratar. Existen tratamientos con evidencia que han ayudado a miles de personas a recuperar el sentido.
  3. Comparte tu dolor emocional con personas seguras. El aislamiento es uno de los mayores aliados de la desesperanza.
  4. Cuestiona tus pensamientos, no tu vida. Pregúntate: ¿hay otra forma de ver esta situación? ¿Qué evidencia tengo de que esto nunca cambiará?
  5. Evita tomar decisiones irreversibles en momentos de crisis. Lo que hoy parece insoportable puede cambiar en semanas con el acompañamiento adecuado.

Conclusiones

La posibilidad de aplicar la eutanasia por depresión plantea dilemas profundos que tocan los límites de la autonomía, el sufrimiento y la responsabilidad clínica.

Si bien es válido reconocer que hay personas cuya desesperanza parece impenetrable, también es cierto que la depresión distorsiona el pensamiento de formas que pueden ser revertidas.

Desde la psicología cognitivo-conductual, es esencial no renunciar a la posibilidad de cambio, incluso cuando parezca lejana.

La vida humana no debe definirse por momentos oscuros, sino por la posibilidad constante de resignificar el dolor.

El desafío está en crear sistemas de atención más humanos, accesibles y comprometidos con la dignidad de quien sufre.

Links de interés

Referencias bibliográficas

  1. Beck, A. T., Rush, A. J., Shaw, B. F., & Emery, G. (1979). Terapia cognitiva de la depresión. Desclée de Brouwer.
  2. American Psychiatric Association. (2013). Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (DSM-5).
  3. Moffic, H. S. (2019). “Psychiatry and Euthanasia: Dilemmas and Developments”. Psychiatric Times.

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