Depresión postraumática
La depresión postraumática es un concepto que ha ganado notoriedad en los últimos años, particularmente cuando se habla de las secuelas psicológicas tras eventos traumáticos.
Aunque el trastorno por estrés postraumático (TEPT) es un diagnóstico reconocido en los manuales clínicos como el DSM-5 y el CIE-11, muchas personas desarrollan cuadros depresivos luego de vivir experiencias extremadamente estresantes o violentas.
En este artículo abordaremos desde la psicología cognitivo-conductual si existe tal diagnóstico como “depresión postraumática”, cuáles son sus características, cómo diferenciarlo de otros trastornos y qué estrategias terapéuticas se pueden aplicar.

¿Existe la depresión postraumática?
Comprendiendo la relación entre trauma y depresión
Trauma y su impacto en la salud mental
El trauma psicológico se define como una experiencia emocionalmente dolorosa, que supera la capacidad de afrontamiento de la persona.
Este tipo de eventos puede incluir abusos, accidentes graves, violencia, desastres naturales o experiencias de guerra.
Según estudios clínicos, quienes viven eventos traumáticos tienen mayor probabilidad de desarrollar problemas psicológicos, entre ellos, la depresión.
Diferencia entre TEPT y depresión
Aunque el TEPT y la depresión pueden compartir algunos síntomas como el insomnio, la tristeza, o la falta de placer (anhedonia), son trastornos distintos.
El TEPT se caracteriza por reviviscencias del trauma (flashbacks), hipervigilancia, evitación de recuerdos relacionados y una sensación de amenaza constante.
En cambio, la depresión implica un estado ánimo deprimido persistente, baja energía, pensamientos de culpa o inutilidad y deterioro del funcionamiento general.
La llamada “depresión postraumática”
No existe en los manuales diagnósticos un trastorno llamado “depresión postraumática” como entidad clínica separada.
Sin embargo, desde la psicología cognitivo-conductual se reconoce que los eventos traumáticos pueden desencadenar un episodio de depresión mayor.
Es más adecuado hablar de una depresión secundaria a trauma.
Este tipo de depresión suele incluir pensamientos intrusivos automáticos relacionados con el suceso traumático, creencias disfuncionales sobre el yo (“fui débil”, “no valgo”), y una visión pesimista del futuro.
Comorbilidad frecuente
Estudios han mostrado que muchas personas con TEPT también cumplen criterios para depresión mayor.
Esta comorbilidad aumenta el riesgo de suicidio, empeora el pronóstico y puede hacer más difícil la recuperación.
Es crucial identificar ambos cuadros para ofrecer una intervención psicológica integral.
Evaluación y abordaje terapéutico
Evaluar la historia traumática
Desde el enfoque cognitivo-conductual, se recomienda realizar una evaluación clínica detallada, considerando la presencia de experiencias traumáticas en la vida del paciente, los síntomas actuales y el impacto funcional.
Existen instrumentos estandarizados como el Inventario de Depresión de Beck (BDI-II) y la Escala de Trauma de Davidson (DTS) que permiten orientar el diagnóstico.
Terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma
El tratamiento más eficaz para abordar este tipo de cuadros es la terapia cognitivo-conductual centrada en el trauma.
Esta incluye:
- Reestructuración cognitiva de pensamientos y creencias disfuncionales relacionados con el evento.
- Exposición gradual a recuerdos traumáticos para reducir la ansiedad.
- Entrenamiento en habilidades de afrontamiento emocional.
- La activación conductual para combatir el aislamiento y la pasividad.
Casos en los que es necesaria intervención farmacológica
En casos de depresión severa, puede ser necesario un abordaje combinado con psicofármacos como los inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS).
Esta decisión debe ser tomada por un psiquiatra, especialmente si existen riesgos suicidas o si la psicoterapia por sí sola no produce mejoría.
Abordaje de creencias nucleares dañinas
Muchos pacientes con depresión secundaria al trauma desarrollan creencias como “yo provoqué lo que me pasó”, “no merezco estar bien” o “el mundo es totalmente inseguro”.
La intervención cognitiva trabaja para modificar estas ideas, generar autocompasión y construir una narrativa más funcional del evento.
Sugerencias prácticas para el lector
- Si has vivido una experiencia traumática y te sientes triste, sin energía o con pensamientos de culpa, considera buscar apoyo profesional.
- Lleva un registro de tus emociones y pensamientos. La escritura terapéutica puede ayudarte a identificar patrones negativos.
- Practica técnicas de mindfulness y respiración consciente para regular la ansiedad.
- Mantén una red de apoyo. Hablar con personas de confianza puede aliviar la carga emocional.
- Evita el aislamiento prolongado. Establece rutinas diarias y realiza actividades agradables, aunque no tengas ganas al inicio.
Conclusiones
La “depresión postraumática” como diagnóstico no existe oficialmente, pero el vínculo entre trauma y depresión es ampliamente reconocido en la práctica clínica.
Desde el enfoque cognitivo-conductual, es posible intervenir de manera efectiva combinando evaluación rigurosa, estrategias terapéuticas centradas en el trauma y eventualmente apoyo farmacológico.
Identificar adecuadamente los síntomas y brindar un tratamiento oportuno puede marcar una gran diferencia en la vida de quienes sufren.
Referencias bibliográficas
- American Psychiatric Association. (2022). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5-TR™).
- Ehlers, A., & Clark, D. M. (2000). A cognitive model of posttraumatic stress disorder. Behaviour Research and Therapy, 38(4), 319-345.
- Beck, J. S. (2020). Terapia cognitiva: Conceptos básicos y profundización. Ediciones Paidos.
- National Institute for Health and Care Excellence (NICE). (2018). PTSD: management. Clinical guideline [CG116].
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