crisis de pánico en niños
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¿Cómo son las crisis de pánico en niños?

¿Cómo son las crisis de pánico en niños?

Las crisis de pánico en niños suelen pasar desapercibidas o ser confundidas con berrinches, rabietas o problemas de conducta.

Sin embargo, son episodios de ansiedad intensa y repentina que pueden afectar profundamente su bienestar emocional y desarrollo psicológico.

Identificar sus características específicas y abordarlas desde un enfoque profesional es clave para prevenir consecuencias a largo plazo.

crisis de pánico en niños
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¿Cómo son las crisis de pánico en niños?

A diferencia de los adultos, los niños muchas veces no pueden describir con precisión lo que sienten.

En una crisis de pánico, experimentan una activación aguda del sistema nervioso autónomo, lo que se traduce en síntomas de una crisis de pánico de forma física como:

  • Taquicardia
  • Sudoración
  • Temblores
  • Dificultad para respirar
  • Mareos
  • Náuseas.

Todo esto puede ir acompañado de un miedo paralizante, llanto inconsolable o una necesidad urgente de huir del lugar donde ocurre el episodio.

Entender qué es una crisis de pánico desde la psicología cognitivo-conductual, permite comprender que estas crisis aparecen cuando el niño interpreta sensaciones corporales normales como señales de peligro.

Esta interpretación catastrófica activa una respuesta de alarma que se vuelve circular: a mayor miedo, más síntomas; y a más síntomas, más miedo.

Este ciclo se puede instalar rápidamente si no se interviene adecuadamente.

¿Cómo reconocer una crisis de pánico en niños?

Uno de los principales desafíos es distinguir una crisis de pánico de otras respuestas emocionales.

Algunos niños describen que “me duele el pecho”, “me voy a morir”, “no puedo respirar” o simplemente “tengo miedo y no sé por qué”.

Otros no logran verbalizar nada, pero se observan muy asustados, con sudoración, piel pálida, pupilas dilatadas y apego intenso al cuidador.

Estas crisis pueden desencadenarse por separaciones (como quedarse en el colegio), cambios de rutina, lugares concurridos o sin causa aparente.

El miedo a que el episodio se repita puede generar conductas de evitación, como negarse a ir a la escuela, no querer dormir solo o resistirse a participar en actividades sociales.

Este patrón se conoce como ansiedad anticipatoria, y es un marcador importante del trastorno de pánico.

Un signo de alarma es cuando las crisis son recurrentes, intensas y comienzan a interferir con el funcionamiento diario del niño.

En ese caso, se recomienda buscar ayuda psicológica especializada para evitar que se cronifiquen o se transformen en un trastorno de ansiedad más generalizado.

¿Qué factores pueden contribuir a las crisis de pánico en niños?

Hay múltiples factores que pueden predisponer a un niño a desarrollar crisis de pánico.

Entre ellos se encuentran:

  • La historia familiar de trastornos de ansiedad,
  • Estilos parentales sobreprotectores o muy exigentes
  • Experiencias tempranas de trauma o
  • Estrés crónico.
  • Dificultades para reconocer y expresar emociones.

En términos biológicos, se sabe que la amígdala (estructura cerebral encargada de detectar amenazas) puede estar hiperreactiva en algunos niños, haciendo que interpreten como peligrosas situaciones neutras.

Esta vulnerabilidad se amplifica si no existen recursos psicológicos para manejar la ansiedad.

La psicología cognitivo-conductual propone que el tratamiento debe enfocarse en modificar la interpretación que el niño hace de sus sensaciones internas, enseñándole a identificarlas, aceptarlas y responder de forma adaptativa.

Las intervenciones suelen ser más efectivas cuando incluyen psicoeducación para padres y entrenamiento en habilidades de afrontamiento.

¿Cómo ayudar a un niño que sufre crisis de pánico?

Frente a una crisis de pánico, lo primero es mantener la calma.

El niño percibe con mucha sensibilidad el estado emocional de los adultos, por lo que una reacción tranquila y empática puede marcar una gran diferencia.

Frases como “estás a salvo”, “esto va a pasar” o “estoy contigo” ayudan a validar lo que siente sin alimentar el miedo.

A nivel práctico, se puede guiar al niño a realizar ejemplos de ejercicios de respiración lentos y profundos, ayudándolo a recuperar el control sobre su cuerpo.

También es útil usar elementos sensoriales (como agua fría o un peluche) para anclarlo al presente.

Una vez que la crisis disminuye, se debe evitar una sobreexplicación o análisis excesivo del episodio; en su lugar, se puede hablar con naturalidad y reforzar su capacidad de haberlo enfrentado.

El tratamiento más eficaz es la terapia cognitivo-conductual infantil, que incluye juegos terapéuticos, exposición gradual a los estímulos temidos, entrenamiento en habilidades sociales, y trabajo con padres.

En algunos casos, cuando los síntomas son severos o hay otros trastornos asociados, puede ser necesario un acompañamiento psiquiátrico complementario.

Sugerencias para padres y cuidadores

  1. No ignores ni minimices los síntomas: una crisis de pánico en niños no es una exageración, sino una experiencia real de miedo intenso.
  2. Evita reforzar la evitación: permitir que el niño evite sistemáticamente lo que teme refuerza el problema. Acompáñalo de forma gradual.
  3. Refuerza el lenguaje emocional: ayúdalo a poner palabras a lo que siente, para que poco a poco pueda comprender su experiencia.
  4. Busca apoyo profesional temprano: una intervención oportuna puede evitar que el cuadro se complique o cronifique.
  5. Involucra a la escuela: informa al equipo docente, para que puedan colaborar con estrategias de contención.

Conclusión

Las crisis de pánico en niños son episodios intensos que pueden afectar seriamente su calidad de vida si no se identifican y tratan adecuadamente.

Reconocer sus señales, validar sus emociones y ofrecer una intervención basada en evidencia, como la terapia cognitivo-conductual, puede marcar una gran diferencia en su desarrollo emocional.

Con el acompañamiento adecuado, los niños pueden superar el pánico, aprender a regular sus emociones y recuperar la confianza en sí mismos.

Links de interés

Referencias bibliográficas

  • American Psychiatric Association. (2013). DSM-5. Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales.
  • Kendall, P. C. (2011). Terapia cognitivo-conductual para niños y adolescentes con ansiedad. Guilford Press.
  • Albano, A. M., & DiBartolo, P. M. (2007). Cognitive-Behavioral Therapy for Social Phobia in Adolescents. Oxford University Press.

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