autoconcepto y la autoestima
autoconcepto y la autoestima

¿Cómo se relaciona el autoconcepto y autoestima?

Cuando hablamos de bienestar psicológico, dos conceptos fundamentales suelen aparecer en escena: el autoconcepto y la autoestima.

Aunque muchas veces se utilizan como sinónimos, no son lo mismo.

Desde la psicología cognitivo-conductual, ambos desempeñan roles distintos pero complementarios en la construcción de la identidad y la regulación emocional.

Este artículo busca explicar qué es cada uno, cómo se relacionan entre sí, y por qué su equilibrio es crucial para una vida saludable y coherente.

autoconcepto y la autoestima
autoconcepto y la autoestima

¿Cómo se relaciona el autoconcepto y autoestima?

¿Qué es el autoconcepto?

El autoconcepto es la imagen mental que una persona tiene de sí misma.

Se trata de una construcción cognitiva que abarca diferentes dimensiones: física, emocional, social, académica, moral, entre otras.

Está influido por la experiencia personal, las comparaciones sociales, la retroalimentación recibida y la cultura en la que vivimos.

Desde el modelo cognitivo-conductual, el autoconcepto puede entenderse como un conjunto de esquemas cognitivos que organizan y estructuran la percepción de uno mismo.

Es decir, son las creencias que mantenemos sobre quiénes somos.

Estas creencias no siempre son conscientes ni realistas, y en muchos casos están distorsionadas por experiencias pasadas, como el rechazo o la crítica constante.

Por ejemplo, una persona puede tener un autoconcepto negativo en el área académica debido a fracasos escolares tempranos, incluso si en la actualidad tiene competencias suficientes.

¿Qué es el autoestima?

A diferencia del autoconcepto, la autoestima se refiere al valor emocional que asignamos a ese autoconcepto.

Es decir, cómo nos sentimos respecto a lo que pensamos de nosotros mismos.

Mientras el autoconcepto responde a la pregunta “¿Quién soy?”, la autoestima responde a “¿Cuánto me valoro por lo que soy?”.

La autoestima puede ser alta, media o baja, dependiendo de cómo se evalúan esos aspectos del autoconcepto.

Por ejemplo, si una persona se percibe como poco sociable (autoconcepto), pero acepta esa característica y se siente bien consigo misma (autoestima), estamos frente a una autoestima saludable, aunque el autoconcepto no sea idealizado.

En la terapia cognitivo-conductual, trabajar la autoestima implica muchas veces intervenir sobre los pensamientos intrusivos, los esquemas disfuncionales y los estilos atribucionales que sustentan evaluaciones negativas del yo.

Diferencias y similitudes entre autoconcepto y autoestima

La principal diferencia entre el autoconcepto y la autoestima radica en su naturaleza: el primero es descriptivo, mientras el segundo es valorativo.

Sin embargo, están profundamente entrelazados.

Una visión negativa y rígida del autoconcepto suele afectar la autoestima, generando emociones como culpa, vergüenza, frustración o desesperanza.

Por ejemplo, si alguien se describe como “torpe” (autoconcepto), probablemente desarrollará una baja autoestima en áreas relacionadas con el rendimiento.

Pero si esa persona logra reformular ese pensamiento como “me cuesta aprender ciertas cosas, pero eso no me define como inútil”, entonces su autoestima tiene la oportunidad de fortalecerse, a pesar del reconocimiento de ciertas debilidades.

Ambos conceptos también pueden reforzarse mutuamente en positivo: cuando una persona logra desafíos o reconoce cualidades propias (mejor autoconcepto), eso incrementa su autovaloración (autoestima), y viceversa.

¿Por qué es importante armonizar autoconcepto y autoestima?

La armonía entre autoconcepto y autoestima es un factor central en la salud mental.

Un autoconcepto distorsionado, incongruente o extremadamente negativo suele derivar en trastornos como depresión, ansiedad, trastornos alimentarios o problemas en las relaciones interpersonales.

Desde la psicología cognitivo-conductual, promover una imagen de uno mismo más realista y funcional implica no solo corregir los pensamientos distorsionados, sino también aumentar las experiencias que permitan reformular ese autoconcepto en la práctica.

Del mismo modo, fomentar una autoestima saludable requiere reconocer logros, aprender a hablarse con respeto y construir vínculos seguros.

En terapia, este trabajo suele acompañarse de técnicas como la reestructuración cognitiva, el refuerzo positivo, los registros de logros y las exposiciones conductuales a situaciones que puedan validar una nueva autoimagen.

Sugerencias prácticas para el lector

  • Haz un inventario personal: escribe 5 fortalezas y 5 debilidades que reconozcas en ti. Luego, intenta describirte con frases realistas, evitando juicios extremos.
  • Detecta etiquetas negativas: si te descubres pensando “soy un desastre”, detente y reformula: “A veces cometo errores, pero también tengo recursos para aprender”.
  • Celebra logros diarios: anota cada día una pequeña acción de la que te sientas orgulloso. Esto refuerza tanto el autoconcepto como la autoestima. Practica la técnica del diario de la gratitud.
  • Rodéate de vínculos nutritivos: las personas que te valoran pueden ayudarte a ver aspectos positivos que tú no reconoces.
  • Consulta con un profesional si sientes que la imagen que tienes de ti es muy negativa o no sabes cómo empezar a cambiarla.

Conclusiones

La relación entre autoconcepto y autoestima es tan estrecha como decisiva para nuestro bienestar emocional.

Mientras el primero define lo que creemos que somos, el segundo expresa cómo nos sentimos respecto a esa percepción.

Desde la psicología cognitivo-conductual, armonizar ambos aspectos implica un trabajo consciente sobre los pensamientos, emociones y conductas que sostienen nuestra autoimagen.

Cultivar una visión más realista, compasiva y flexible de nosotros mismos no solo es posible, sino también necesario para vivir con mayor equilibrio y sentido.

Links de interés

Referencias bibliográficas

  1. Beck, J. S. (2011). Terapia cognitiva: conceptos básicos y avanzados. Paidós.
  2. Branden, N. (1994). Los seis pilares de la autoestima. Paidós.
  3. Neff, K. (2011). Self-Compassion: The Proven Power of Being Kind to Yourself. HarperCollins.
  4. Rogers, C. (1951). Client-Centered Therapy. Houghton Mifflin.

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