Yo no tengo hambre tengo ansiedad: ¿cómo diferenciar las hambres?
¿Cuántas veces te has sorprendido abriendo la nevera sin sentir verdadero apetito?
¿Has dicho o pensado la frase “yo no tengo hambre, tengo ansiedad”?
Esta expresión tan común encierra una verdad profunda: no siempre comemos porque el cuerpo lo necesita, sino porque buscamos calmar emociones que nos abruman.
Desde la psicología cognitivo-conductual, comprender las distintas formas de hambre es clave para construir una relación más consciente y saludable con la comida.

Yo no tengo hambre tengo ansiedad: ¿cómo diferenciar las hambres?
¿Qué tipos de hambre existen?
Aunque solemos usar la palabra “hambre” de manera genérica, en realidad se manifiesta de distintas formas.
Podemos hablar de al menos tres tipos:
- Hambre fisiológica: Es la necesidad biológica del cuerpo de obtener energía.
Surge gradualmente, con señales físicas como el estómago vacío, debilidad o dificultad para concentrarse.
Suele calmarse al comer cualquier tipo de alimento. - Hambre emocional: Aparece de forma repentina, ligada a estados afectivos como el estrés, la tristeza, la soledad o la frustración.
No busca nutrientes, sino consuelo.
Suele provocar antojos específicos (como cosas dulces o crujientes) y deja culpa o insatisfacción al terminar. - Hambre mental o anticipatoria: Surge de pensamientos como “voy a estar muchas horas sin comer”, o “me lo merezco después de este día”, sin que exista una necesidad real o emocional urgente.
Es un impulso más ligado a hábitos y normas personales que a sensaciones corporales.
Saber reconocer estas diferencias es el primer paso para no confundir una emoción con una necesidad física.
¿Por qué aparece el comer emocional?
Desde una perspectiva cognitivo-conductual, el acto de comer puede funcionar como una conducta de evitación experiencial.
Es decir, comemos no porque tengamos hambre, sino porque queremos dejar de sentir ansiedad, tristeza o aburrimiento.
La comida actúa como un reforzador inmediato, calmando temporalmente el malestar.
Pero como no resuelve el problema original, el ciclo se repite.
Este patrón puede instaurarse en etapas tempranas de la vida, cuando se usaba la comida como consuelo o premio.
Si no aprendemos a regular emociones de forma más adaptativa, comer se convierte en un “parche” emocional constante.
Señales para diferenciar hambre física y hambre por ansiedad
Algunas claves prácticas que te pueden ayudar a distinguir entre ambas:
- Velocidad de aparición: El hambre física crece de forma gradual. La emocional es repentina e intensa.
- Tipo de antojo: El hambre física acepta alimentos variados. La emocional suele pedir algo específico (azúcar, frituras).
- Ubicación del malestar: El hambre física se siente en el estómago. La emocional suele vivirse más en el pecho o la cabeza.
- Emoción asociada: Si estás ansioso, estresado o aburrido, es más probable que se trate de hambre emocional.
- Sensación posterior: Comer por hambre real deja saciedad. Comer por ansiedad deja culpa o vacío emocional.
Aprender a identificar estas diferencias no implica juzgarte, sino empezar a escucharte con mayor conciencia.
Cómo intervenir desde la psicología cognitivo-conductual
Desde este enfoque, el trabajo se centra en desarrollar conciencia emocional, identificar creencias disfuncionales y modificar conductas automáticas.
Una de las herramientas más útiles es el registro de alimentación emocional.
Se trata de anotar antes de comer:
- ¿Qué estoy sintiendo ahora?
- ¿Qué pasó antes de tener ganas de comer?
- ¿De verdad tengo hambre física?
- ¿Puedo esperar 10 minutos y ver si la necesidad persiste?
Este ejercicio no busca prohibirte comer, sino ayudarte a interrumpir el automatismo y reconectar con tus verdaderas necesidades.
Además, se trabaja la tolerancia al malestar.
En vez de evitar emociones incómodas con comida, se enseñan estrategias para reconocerlas, nombrarlas y transitarlas sin necesidad de suprimirlas.
Practicar mindfulness alimentario, comer sin pantallas, con atención plena al sabor, la textura y la saciedad, también contribuye a una relación más consciente con los alimentos.
Caso clínico
Mariela, 29 años, consultó por dificultades para controlar los atracones nocturnos.
Durante el día comía poco, pero al llegar a casa sentía una necesidad urgente de consumir alimentos calóricos.
Al registrar sus episodios, identificó que coincidían con sentimientos de soledad y tensión acumulada del trabajo.
En terapia cognitivo-conductual, aprendió a diferenciar hambre emocional de física, incorporar comidas equilibradas durante el día y practicar respiración consciente antes de comer.
A los dos meses, logró reducir los atracones y mejorar su relación con la comida.
Sugerencias prácticas para el lector
- Lleva un diario breve donde registres tus emociones antes de comer.
- Pregúntate: “¿Esto es hambre real o una necesidad emocional?” antes de abrir la despensa.
- Practica técnicas de relajación como respiración diafragmática o mindfulness cuando sientas ansiedad.
- No te castigues si comes por ansiedad. Observa el patrón y aprende de él.
- Considera el acompañamiento psicológico si la ansiedad o la alimentación emocional afectan tu bienestar diario.
Conclusión
Decir “yo no tengo hambre, tengo ansiedad” es una señal de conciencia que merece ser atendida con amabilidad, no con juicio.
La comida puede calmar momentáneamente una emoción, pero no resolverla.
Diferenciar las hambres es una forma de reconectar contigo mismo y cuidar tu salud física y mental desde un lugar más compasivo.
La psicología cognitivo-conductual ofrece herramientas prácticas para transitar este camino de autoconocimiento y regulación emocional.
Comer con conciencia es también una forma de sanar.
Recursos a explorar
- Centro de Mindful Eating (en inglés)
- Psicología y nutrición emocional – Fundación Aladina
- ¿Cómo dejar de comer por ansiedad?
- 10 Vitaminas para la ansiedad y depresión
Referencias bibliográficas
- Polivy, J., & Herman, C. P. (2002). Causes of eating disorders. Annual Review of Psychology, 53, 187-213.
- Fairburn, C. G. (2008). Cognitive Behavior Therapy and Eating Disorders. Guilford Press.
- Kristeller, J. L., & Wolever, R. Q. (2011). Mindfulness-based eating awareness training for treating binge eating disorder: The conceptual foundation. Eating Disorders, 19(1), 49–61.