tipos de somatización más frecuentes
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¿Cuáles son los tipos de somatización más frecuentes?

Tipos de somatización más frecuentes

En la consulta psicológica, muchas personas acuden buscando una explicación para dolores físicos persistentes que los exámenes médicos no logran explicar.

En estos casos, el cuerpo parece hablar en lugar de la mente, manifestando lo que emocionalmente no se ha podido procesar.

A este fenómeno lo conocemos como somatización, y hoy abordaremos específicamente los tipos de somatización más frecuentes, desde una mirada cognitivo-conductual.

tipos de somatización más frecuentes
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¿Cuáles son los tipos de somatización más frecuentes?

La palabra “somatización” proviene del griego “soma”, que significa cuerpo.

Hace referencia a la expresión física de malestares psicológicos.

Se trata de síntomas reales, sentidos de forma intensa, pero cuya causa no se encuentra en un daño orgánico específico, sino en procesos emocionales o mentales subyacentes.

Comprender los tipos de somatización más frecuentes es fundamental para brindar un abordaje terapéutico eficaz, ayudando al paciente a dejar de medicalizar su sufrimiento y comenzar a comprenderlo e intervenirlo desde su origen.

Dolencias gastrointestinales sin causa orgánica

Uno de los tipos más comunes de somatización está relacionado con el sistema digestivo.

Quienes lo padecen suelen experimentar dolor abdominal, náuseas, diarrea, estreñimiento, gases o sensación de distensión.

A menudo son diagnosticados como colon irritable o dispepsia funcional, aunque no se encuentra una alteración orgánica clara que los justifique.

Desde la psicología cognitivo-conductual, se entiende que estas dolencias están ligadas al estrés crónico, a la represión emocional o trastorno de ansiedad generalizada.

El eje intestino-cerebro juega un rol central, dado que muchas emociones se procesan a través del sistema digestivo.

Dolores musculoesqueléticos persistentes

Otro de los tipos de somatización más frecuentes se presenta a través de dolores musculares, contracturas, molestias en la espalda, cuello o extremidades.

Son sensaciones físicas que generan un fuerte malestar, aunque los estudios no revelan lesiones graves ni inflamaciones visibles.

Este tipo de somatización se vincula muchas veces con síntomas de depresión, cargas de responsabilidad excesivas o vivencias de ansiedad intensamente mantenidas en el tiempo.

El cuerpo responde con tensión constante y dolor, funcionando como un canal de descarga inconsciente.

Desde la terapia cognitivo-conductual, se trabaja con técnicas de reestructuración cognitiva y entrenamiento en relajación muscular progresiva para aliviar tanto los síntomas físicos como los patrones mentales que los mantienen.

Trastornos cardiovasculares funcionales

Palpitaciones, presión en el pecho, taquicardias o sensación de ahogo también forman parte de las manifestaciones frecuentes de la somatización.

Aunque suelen ser síntomas que asustan por su similitud con un infarto, muchas veces los exámenes cardíacos no evidencian anomalías.

Estos síntomas son típicos en algún trastorno de ansiedad o pánico.

El miedo a morir, la hipervigilancia sobre el cuerpo y la interpretación catastrófica de las sensaciones físicas alimentan un círculo vicioso que mantiene el problema.

En estos casos, la psicoeducación, la exposición interoceptiva y la reestructuración cognitiva son herramientas esenciales en el tratamiento.

Manifestaciones dermatológicas y sensoriales

La piel y los sentidos también pueden convertirse en canales de somatización.

Prurito, urticaria, pérdida temporal de visión o audición, hormigueos o ardor sin causas clínicas claras son ejemplos de cómo el cuerpo expresa el sufrimiento psíquico.

Estas manifestaciones pueden aparecer en personas con altos niveles de estrés, sentimientos de vulnerabilidad o con antecedentes de trauma.

La terapia cognitivo-conductual aborda estos síntomas ayudando al paciente a identificar la relación entre emoción y cuerpo, promoviendo una mayor regulación emocional.

Caso clínico: el cuerpo como lenguaje

Claudia, una mujer de 37 años, acudió a terapia por un dolor abdominal crónico que le impedía trabajar y disfrutar de su vida cotidiana.

Tras múltiples exámenes médicos que no detectaron anomalías, le sugirieron consultar a un psicólogo.

Durante las primeras sesiones, se exploraron sus antecedentes personales y se identificó un alto nivel de estrés laboral, conflictos familiares y una fuerte tendencia a reprimir emociones.

El dolor físico, en este contexto, funcionaba como una señal de alerta que expresaba lo que Claudia no podía verbalizar: su agotamiento emocional.

Mediante la psicoeducación, la práctica de la atención plena, a través del body scan, focalizado en las sensaciones físicas y el trabajo con esquemas cognitivos disfuncionales, Claudia fue aprendiendo a reconocer y expresar sus emociones.

A medida que avanzaba el proceso, el dolor disminuyó notablemente, sin necesidad de medicación.

Este caso ilustra cómo la somatización puede entenderse no como una invención, sino como un modo legítimo –aunque disfuncional– de expresión emocional.

Sugerencias al lector

Si experimentas síntomas físicos persistentes que los médicos no logran explicar, no lo ignores ni pienses que “estás inventando”.

El dolor es real, aunque su origen sea psicológico.

Aquí algunas sugerencias desde el enfoque cognitivo-conductual:

  • Lleva un registro diario de tus síntomas físicos y los contextos emocionales en los que aparecen.
  • Aprende a identificar pensamientos automáticos negativos o catastrofistas relacionados con tu cuerpo.
  • Incorpora técnicas de relajación y respiración consciente para regular el sistema nervioso autónomo.
  • Consulta a un profesional de la salud mental que pueda ayudarte a integrar la dimensión emocional de tus dolencias.

Conclusión

Los tipos de somatización más frecuentes no son meras invenciones, sino expresiones legítimas del malestar emocional que no encuentra palabras.

Desde la psicología cognitivo-conductual, es posible entender el vínculo entre cuerpo y mente, y ofrecer herramientas efectivas para aliviar el sufrimiento.

Escuchar al cuerpo es, muchas veces, el primer paso hacia una vida más consciente y plena.

Recursos a explorar

Referencias bibliográficas

  1. American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed.). Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.
  2. Organización Mundial de la Salud. (2022). Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11).
  3. Barsky, A. J., & Borus, J. F. (1999). Functional somatic syndromes. Annals of Internal Medicine, 130(11), 910–921.

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