Creencias disfuncionales
Las creencias disfuncionales son pensamientos rígidos, inexactos o exagerados que las personas adoptan sobre sí mismas, los demás o el mundo.
Estas creencias, aunque muchas veces se originan en la infancia o por experiencias de vida significativas, se mantienen activas en la adultez y afectan nuestras emociones, conductas y decisiones cotidianas.
Desde la psicología cognitivo-conductual, se entiende que cambiar estas creencias es esencial para mejorar la salud mental y prevenir trastornos psicológicos.
En este artículo exploraremos qué son exactamente las creencias disfuncionales, cómo se originan, de qué manera influyen en nuestras emociones, y lo más importante: cómo podemos trabajarlas desde una perspectiva terapéutica basada en evidencia, apoyada en el DSM-5 y el CIE-11.

¿Qué son las creencias disfuncionales?
Las creencias disfuncionales son esquemas mentales negativos o distorsionados que influyen en la forma en que una persona interpreta la realidad.
Estas creencias no siempre son conscientes, pero sí guían nuestras reacciones automáticas ante los eventos de la vida.
Por ejemplo, una persona puede tener la creencia disfuncional de que “debo agradarle a todos para valer algo”, lo que la lleva a evitar conflictos o postergar sus necesidades personales.
Desde el modelo cognitivo de Aaron Beck y la terapia racional emotiva conductual de Albert Ellis, estas creencias son la raíz de muchas emociones negativas, como la ansiedad, la culpa o la baja autoestima.
Su poder radica en su carácter absoluto, generalizado y resistente al cambio, incluso frente a evidencias en contra.
Las creencias disfuncionales suelen organizarse en tres grandes categorías: sobre uno mismo (“soy débil”), sobre los demás (“los otros no se puede confiar”) y sobre el mundo (“todo tiene que salir perfecto”).
Aunque estas ideas pueden parecer racionales en ciertos contextos, cuando se mantienen de forma rígida, afectan la adaptación psicológica y pueden contribuir a trastornos como lso tipos de ansiedad o los tipos de depresión.
Origen y mantenimiento de las creencias disfuncionales
El desarrollo de estas creencias suele estar relacionado con las experiencias tempranas de vida: dinámicas familiares, estilos de apego, expectativas sociales o eventos traumáticos.
Por ejemplo, si un niño crece en un ambiente muy crítico, es posible que internalice la idea de que “cometer errores me hace una mala persona”, lo que en la adultez puede manifestarse como perfeccionismo o miedo al fracaso.
Una vez instauradas, estas creencias tienden a mantenerse a través de distorsiones cognitivas, como la sobregeneralización, el pensamiento dicotómico o la lectura del pensamiento.
Estas distorsiones refuerzan el contenido disfuncional y lo hacen parecer una verdad incuestionable.
Además, el comportamiento juega un rol central en su mantenimiento.
Por ejemplo, una persona que cree que no es digna de amor puede evitar relaciones cercanas, lo que refuerza su percepción de aislamiento.
Esta dinámica entre pensamiento, emoción y conducta es la base del modelo cognitivo-conductual.
Impacto en la salud mental según DSM-5 y CIE-11
Tanto el DSM-5 como la CIE-11 reconocen el papel de los patrones cognitivos disfuncionales en el origen y mantenimiento de los trastornos mentales.
En el caso de la depresión mayor, por ejemplo, se observa una triada cognitiva negativa: visión negativa del yo, del mundo y del futuro, que se sustenta en creencias erróneas como “soy un fracaso” o “nada va a mejorar”.
En algún trastorno de ansiedad, las creencias disfuncionales suelen centrarse en la sobreestimación del peligro (“si me equivoco, todos se burlarán”), la necesidad de control y la intolerancia a la incertidumbre.
También aparecen en los síntomas de trastorno obsesivo-compulsivo, con ideas como “tener pensamientos malos es igual a ser una mala persona”.
En todos estos cuadros, se crean las creencias limitantes que actúan como filtros que distorsionan la experiencia, generan sufrimiento emocional y limitan las conductas funcionales.
Por eso, las guías clínicas recomiendan abordar estos pensamientos mediante técnicas de reestructuración cognitiva, exposición gradual y entrenamiento en habilidades.
Cómo identificar y trabajar las creencias disfuncionales
El primer paso para trabajar las creencias disfuncionales es tomar conciencia de ellas.
En muchas ocasiones, estas ideas operan en el fondo de nuestra mente como supuestos implícitos que no cuestionamos.
A través de la terapia cognitivo-conductual (TCC), el terapeuta guía al paciente para identificar sus pensamientos intrusivos, detectar los esquemas subyacentes y evaluar su validez.
Una técnica fundamental es el registro de pensamientos, que permite analizar una situación emocionalmente intensa, identificar la creencia asociada y luego buscar evidencia a favor y en contra de esa creencia.
Posteriormente, se formula un pensamiento alternativo más funcional y realista.
Otra estrategia es la reestructuración cognitiva, que se centra en desafiar de forma sistemática las creencias rígidas, utilizando el método socrático, ensayos conductuales o experimentos conductuales.
Por ejemplo, si alguien cree que “si no soy perfecto, fracasé”, se le puede invitar a probar tareas con errores controlados para observar qué ocurre realmente.
Además, se puede utilizar psicoeducación, la atención plena y técnicas de autoobservación para ampliar la flexibilidad cognitiva y reducir el juicio hacia uno mismo.
En todos los casos, el objetivo es fomentar una visión más equilibrada, compasiva y adaptativa del mundo interno y externo.
Caso clínico: Rompiendo la creencia “No valgo nada si no soy productivo”
Javier, de 32 años, llegó a consulta por síntomas de ansiedad y agotamiento. Durante la exploración terapéutica, se identificó una creencia central: “No valgo nada si no soy productivo”.
Esta idea lo llevaba a trabajar jornadas excesivas, sentir culpa por descansar y experimentar episodios de insomnio y frustración.
A través de la TCC, se trabajó con registros de pensamientos, se desafió la idea de valor personal condicionado al rendimiento, y se promovieron conductas de autocuidado y descanso programado.
Tras varias semanas, Javier logró flexibilizar su creencia y entender que su valor no depende únicamente de su productividad, sino también de otras dimensiones de su vida, como sus relaciones, emociones y sentido personal.
Este caso ilustra cómo una creencia disfuncional puede generar un patrón de vida rígido y dañino, pero también cómo, mediante el abordaje cognitivo-conductual, es posible promover cambios significativos y sostenibles.
Sugerencias prácticas para el lector
- Observa tus pensamientos intrusivos. ¿Qué ideas aparecen con frecuencia cuando te enfrentas a un error, crítica o desafío?
- Cuestiónalas amablemente. Pregúntate: ¿Esta idea es absolutamente cierta? ¿Hay otra forma de ver la situación?
- Registra ejemplos reales que contradigan tu creencia. La evidencia personal puede ser poderosa.
- Habla con un profesional si estas ideas te generan malestar constante. Un terapeuta cognitivo-conductual puede ayudarte a desmontarlas y reemplazarlas por creencias más funcionales.
- No busques eliminar los pensamientos negativos, sino aprender a relacionarte con ellos desde una perspectiva más flexible y compasiva.
Conclusión
Las creencias disfuncionales son una parte central del sufrimiento psicológico, pero también representan una puerta de entrada al cambio.
Cuando logramos identificarlas, cuestionarlas y reformularlas desde una base racional y realista, recuperamos el control sobre nuestras emociones y conductas.
La terapia cognitivo-conductual ofrece un enfoque eficaz para este trabajo profundo, respetuoso y transformador.
En la medida en que tomamos conciencia de nuestras creencias limitantes y aprendemos a desafiarlas, desarrollamos una relación más amable con nosotros mismos y una mayor libertad para actuar en coherencia con nuestros valores y metas personales.
Recursos a explorar
- Beck Institute for Cognitive Behavior Therapy
- Psicopedia – Creencias disfuncionales en psicología
- Pensamientos intrusivos ejemplos
- Pensamientos catastróficos
Referencias bibliográficas
- Beck, J. S. (2011). Terapia cognitiva: Teoría y práctica. Ediciones Paidós.
- Ellis, A. & Dryden, W. (2007). La práctica de la terapia racional emotiva conductual. Desclée de Brouwer.
- American Psychiatric Association. (2013). DSM-5: Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders.
- Organización Mundial de la Salud (2019). Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11).
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