causas del alcoholismo
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Las causas del alcoholismo

Las causas del alcoholismo

Hablar del alcoholismo, no solo implica entender qué es el alcoholismo, ya que no solo implica describir un patrón de consumo excesivo, sino también comprender qué lo origina.

Desde una perspectiva psicológica cognitivo-conductual, es fundamental analizar los distintos factores que llevan a una persona a desarrollar un trastorno por consumo de alcohol.

En este artículo exploraremos las principales causas del alcoholismo, integrando la evidencia del DSM-5, el CIE-11 y los enfoques terapéuticos actuales para ofrecer una comprensión completa del fenómeno.

Aunque la imagen social del alcohol está normalizada, no se puede subestimar su potencial adictivo.

Muchas personas comienzan a beber de manera ocasional y terminan desarrollando una dependencia progresiva, con consecuencias devastadoras para su salud, relaciones y funcionalidad general.

Pero ¿por qué algunas personas llegan a ese punto y otras no? ¿Cuáles son las variables que intervienen en este proceso?

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Las causas del alcoholismo

Factores biológicos: genética y neuroquímica

Una de las causas del alcoholismo más respaldadas por la evidencia científica es la predisposición genética.

Estudios han demostrado que las personas con antecedentes familiares de consumo problemático tienen entre 40% y 60% más de probabilidad de desarrollar este trastorno.

Esto se debe a la influencia hereditaria sobre los sistemas de recompensa del cerebro, especialmente la vía dopaminérgica.

El alcohol, al ingresar en el organismo, activa estos circuitos de recompensa, generando una sensación placentera que puede ser especialmente intensa en individuos con mayor sensibilidad neurológica.

Esta gratificación inmediata refuerza la conducta de beber, facilitando su repetición y el desarrollo de tolerancia y dependencia.

En muchos casos, también se han identificado desequilibrios en neurotransmisores como GABA, dopamina y serotonina que predisponen al abuso.

Desde un enfoque conductual, se observa cómo la repetición de estas experiencias placenteras consolida patrones de comportamiento automáticos.

Con el tiempo, el consumo puede dejar de estar asociado al placer y pasar a convertirse en una forma de evitar el malestar o regular estados emocionales negativos.

Factores psicológicos: emociones, pensamientos y conductas

El componente psicológico en el desarrollo del alcoholismo es central.

Muchas personas comienzan a beber como una forma de afrontar el estrés, la ansiedad, la depresión o situaciones de trauma no resuelto.

Desde la perspectiva cognitivo-conductual, el alcoholismo puede funcionar como una estrategia disfuncional de regulación emocional, que ofrece alivio momentáneo a costa de consecuencias a largo plazo.

Las creencias irracionales también juegan un rol clave.

Pensamientos intrusivos como “solo así puedo relajarme”, “no puedo socializar sin beber” o “merezco desconectarme” refuerzan la conducta de consumo y dificultan la percepción del daño.

En este contexto, el aprendizaje vicario también influye: personas que crecieron en ambientes donde el alcohol se usaba para enfrentar los problemas, suelen reproducir ese mismo patrón.

Además, el uso repetido de alcohol puede generar un círculo vicioso donde el malestar emocional inicial se intensifica con el tiempo, y la única respuesta aprendida para lidiar con él es seguir consumiendo.

La psicoterapia se centra precisamente en interrumpir este ciclo a través de la identificación y reestructuración de estas creencias y la adquisición de nuevas habilidades emocionales.

Factores sociales y ambientales: entorno, cultura y accesibilidad

El entorno social es otro factor determinante en las causas del alcoholismo.

Vivimos en una cultura donde el consumo de alcohol está profundamente normalizado, vinculado a celebraciones, vínculos sociales y momentos de ocio.

Esta aceptación social puede dificultar la identificación temprana de un problema de consumo.

En algunos contextos, el acceso al alcohol es tan amplio que se convierte en parte del cotidiano.

Por ejemplo, en comunidades donde hay bares en cada esquina, eventos familiares donde siempre hay bebidas alcohólicas o trabajos con alta tolerancia al consumo, el riesgo de desarrollar dependencia aumenta significativamente.

La presión de grupo también es un elemento importante, especialmente en etapas como la adolescencia y juventud.

Beber para pertenecer, para evitar el rechazo o como una forma de rebeldía ante figuras de autoridad son mecanismos frecuentes que pueden instaurar el hábito.

Además, condiciones como el desempleo, la falta de redes de apoyo o experiencias de exclusión social actúan como facilitadores del consumo problemático.

Factores de vulnerabilidad y mantenimiento

No todas las personas expuestas a estos factores desarrollan alcoholismo.

Por eso es importante considerar también las variables individuales de vulnerabilidad, como rasgos de personalidad (impulsividad, búsqueda de sensaciones), historia de trauma, baja autoestima o déficits en habilidades sociales.

Asimismo, el mantenimiento del trastorno está vinculado a patrones reforzados tanto por la biología como por el contexto.

Por ejemplo, el síndrome de abstinencia —caracterizado por la ansiedad, el insomnio, irritabilidad y temblores— hace que la persona vuelva a beber para aliviar el malestar, perpetuando así el ciclo de dependencia.

La psicología cognitivo-conductual aborda estas variables mediante técnicas como el registro de pensamientos intrusivos, la exposición gradual a situaciones sin consumo, el entrenamiento en habilidades de afrontamiento y la prevención de recaídas.

Caso clínico

Carlos, de 38 años, llega a consulta acompañado de su pareja. Relata que bebe “solo los fines de semana” pero reconoce que ha tenido lagunas de memoria, conflictos en casa y ausencias laborales los lunes.

Comenzó a beber regularmente en la universidad, como forma de integrarse al grupo. En los últimos años, comenzó a utilizar el alcohol como una vía de escape frente al estrés laboral.

Su padre fue alcohólico, y recuerda haber presenciado escenas difíciles en casa durante su infancia.

En la evaluación inicial se identifican pensamientos como “si no bebo, no me relajo” y emociones de ansiedad e insatisfacción laboral que se activan en las tardes.

El tratamiento se enfoca en el entrenamiento en habilidades de afrontamiento del estrés, reestructuración cognitiva y fortalecimiento de la red de apoyo social.

Carlos logra reducir su consumo y establece nuevos hábitos para regular su ansiedad sin necesidad de beber.

Sugerencias para el lector

Si tú o alguien cercano enfrenta dificultades con el alcohol, es importante actuar de manera informada y compasiva.

Estas sugerencias pueden ayudarte a tomar decisiones más saludables:

  • Reflexiona sobre los motivos que te llevan a beber: ¿es una forma de escapar, celebrar, socializar o aliviar el malestar?
  • Registra durante una semana tus patrones de consumo, emociones asociadas y consecuencias.
  • Evita entornos donde el alcohol sea el eje central si estás buscando reducir su ingesta.
  • Aprende estrategias alternativas de afrontamiento: ejercicio físico, técnicas de respiración, ejercicios para la atención plena o escritura emocional.
  • Considera buscar ayuda profesional. La terapia cognitivo-conductual ha demostrado ser eficaz para tratar el alcoholismo.

Conclusión

Las causas del alcoholismo son múltiples y complejas, e involucran una interacción constante entre factores biológicos, psicológicos y sociales.

Comprender esta dinámica desde la psicología cognitivo-conductual permite no solo identificar los orígenes del problema, sino también diseñar intervenciones eficaces y sostenibles.

Superar una adicción al alcohol no es cuestión de fuerza de voluntad, sino de desarrollar nuevas formas de entenderse, cuidarse y enfrentar el mundo.

Recursos externos e internos a explorar

Referencias bibliográficas

  • American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed.).
  • Organización Mundial de la Salud. (2022). Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11).
  • Marlatt, G. A., & Donovan, D. M. (2005). Relapse Prevention: Maintenance Strategies in the Treatment of Addictive Behaviors. Guilford Press.

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