Trastornos por consumo de sustancias
Los trastornos por consumo de sustancias constituyen una de las problemáticas más relevantes en el campo de la salud mental. Su impacto trasciende lo individual y se extiende al entorno familiar, social y laboral de quienes lo padecen. La psicología actual, respaldada por los criterios diagnósticos del DSM-V, reconoce que estos trastornos no solo implican el uso de una sustancia, sino también una serie de patrones disfuncionales de comportamiento, pensamiento y afecto que deterioran gravemente la calidad de vida. En este artículo te explicamos en profundidad qué son los trastornos por consumo de sustancias, cómo se diagnostican y qué enfoque terapéutico ofrece la psicología cognitivo-conductual.

Trastornos por consumo de sustancias según criterios DSM-V
Comprendiendo el concepto clínico
Según el DSM-V (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, quinta edición), los trastornos por consumo de sustancias son un conjunto de síntomas cognitivos, comportamentales y fisiológicos que indican que una persona continúa consumiendo una sustancia a pesar de experimentar problemas significativos relacionados con su uso.
Este diagnóstico no se basa solamente en la cantidad o frecuencia del consumo, sino en cómo este afecta la vida del individuo.
El DSM-V agrupa todas las sustancias (alcohol, cannabis, opiáceos, estimulantes, etc.) bajo un mismo criterio general de trastorno por consumo, variando únicamente el nombre de la sustancia implicada.
Así, se habla de trastorno por consumo de alcohol, trastorno por consumo de cocaína, trastorno por consumo de sedantes, entre otros.
Para que exista un diagnóstico, deben cumplirse al menos dos de los siguientes criterios durante un período de 12 meses:
- Consumo en cantidades mayores o durante más tiempo del previsto.
- Deseo persistente o esfuerzos infructuosos por controlar el consumo.
- Gran parte del tiempo dedicado a obtener, usar o recuperarse de la sustancia.
- Craving o deseo intenso de consumo.
- Incumplimiento de obligaciones importantes por el consumo.
- Problemas sociales o interpersonales persistentes causados o exacerbados por la sustancia.
- Abandono de actividades importantes.
- Consumo en situaciones peligrosas.
- Continuación del consumo a pesar de problemas físicos o psicológicos relacionados.
- Tolerancia.
- Síndrome de abstinencia.
La severidad se clasifica como leve (2-3 criterios), moderada (4-5) o grave (6 o más).
Esta visión dimensional permite un abordaje más ajustado y personalizado del tratamiento.
Criterios adicionales desde la CIE-11
La CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS), en su última versión, también incluye los trastornos por consumo de sustancias dentro del capítulo de trastornos mentales, del comportamiento y del neurodesarrollo.
Coincide con el DSM-V en que la dependencia implica un patrón persistente o recurrente de uso que causa un deterioro clínicamente significativo.
Ambos manuales reconocen la relevancia de factores biopsicosociales, y entienden que no todas las personas que consumen sustancias desarrollan una adicción ¿cómo identificar una adicción?.
Lo que marca la diferencia es la relación que se establece con la sustancia y sus efectos en la funcionalidad del individuo.
Enfoque cognitivo-conductual: ¿cómo se trata?
Desde la terapia cognitivo-conductual, los trastornos por consumo de sustancias son comprendidos como patrones aprendidos que cumplen funciones específicas para la persona, muchas veces asociadas al alivio de emociones negativas, la evitación de conflictos internos o el refuerzo de estados placenteros.
El tratamiento se enfoca en:
- Identificar y modificar creencias disfuncionales como “no puedo manejar la vida sin consumir” o “la droga es mi única forma de escapar”.
- Manejo del craving a través de técnicas de mindfulness, distracción conductual y exposición controlada.
- Terapia de prevención de recaídas, donde se entrenan estrategias para manejar situaciones de riesgo, pensamientos automáticos y emociones intensas.
- Entrenamiento en habilidades sociales y de resolución de problemas, esenciales para reemplazar el consumo por vínculos más funcionales.
- Refuerzo positivo de conductas saludables, para favorecer el compromiso con un estilo de vida sin consumo.
Además, se incorpora el trabajo con la red de apoyo, la integración de rutinas significativas, el abordaje del trauma si lo hubiera, y la psicoeducación continua sobre los efectos del consumo y la neurobiología de la adicción.
Variabilidad entre sustancias: alcohol, cocaína, cannabis y más
No todos los trastornos por consumo de sustancias se manifiestan igual.
Por ejemplo, el consumo de alcohol suele tener una progresión lenta, con gran aceptación social, lo que retrasa su identificación.
La cocaína, en cambio, tiene un alto poder adictivo y suele generar alteraciones intensas en el estado de ánimo, como paranoia o irritabilidad.
El cannabis, ampliamente utilizado, especialmente en adolescentes y jóvenes adultos, puede generar dependencia cuando su uso se vuelve diario, sostenido y con fines de evitación emocional. Conoce más sobre la relación entre marihuana y ansiedad.
Otras sustancias como benzodiacepinas, opiáceos o estimulantes pueden generar dependencia rápidamente cuando se usan sin supervisión médica.
Por eso, el diagnóstico debe ser siempre individualizado, considerando tanto el tipo de sustancia como las variables psicológicas y contextuales del paciente.
Caso clínico: Luis y el alcohol como recurso de afrontamiento
Luis, de 40 años, llega a consulta luego de un ultimátum familiar: su esposa lo amenaza con separarse si no deja de beber.
En la primera entrevista, relata que “solo toma los fines de semana”, aunque con frecuencia se embriaga.
A pesar de haber intentado controlar el consumo, termina cayendo en “excesos” que afectan su trabajo y relaciones.
Desde el enfoque cognitivo-conductual, se explora la función del alcohol como un recurso para reducir la ansiedad y la presión laboral.
Se identifica una red de pensamientos automáticos asociados al consumo (“si no tomo, no puedo relajarme”) y se trabaja en el desarrollo de estrategias de afrontamiento emocional sin sustancia.
En pocas semanas, Luis comienza a incorporar hábitos nuevos, como actividad física, escritura terapéutica y contacto social sin consumo.
Además, se entrenan habilidades de asertividad para manejar las críticas familiares. A los tres meses, Luis logra mantener la abstinencia, mejorar su autoestima y recuperar vínculos significativos.
Sugerencias para el lector
- No todos los consumos implican adicción, pero todos pueden transformarse en problemáticos si se usan como forma principal de regulación emocional.
- Consulta a un profesional de la salud mental si reconoces que una sustancia está afectando tu funcionamiento cotidiano.
- Evita el autojuicio y el estigma: entender qué es la drogodependencia es clave para evitar los juicios, ya que es un fenómeno tratable y humano.
- Aprende sobre los criterios diagnósticos del DSM-V y la CIE-11: te ayudarán a comprender con mayor claridad tu situación o la de alguien cercano.
- Busca redes de apoyo y alternativas saludables: la construcción de una vida sin consumo es posible con ayuda, información y acompañamiento adecuado.
Conclusión
Los trastornos por consumo de sustancias son mucho más que un problema de voluntad o de moral.
Son trastornos complejos, influenciados por múltiples factores y con un profundo impacto en la salud mental y física.
Gracias al enfoque del DSM-V y de la terapia cognitivo-conductual, hoy contamos con herramientas claras para su evaluación y tratamiento, centradas en el ser humano, su contexto y sus posibilidades de cambio.
Hablar del consumo con claridad, sin juicios ni estigmas, es el primer paso hacia una recuperación real y sostenible.
Recursos a explorar
- Observatorio Europeo de las Drogas y las Toxicomanías (EMCDDA)
- National Institute on Drug Abuse (NIDA)
- Diferencia entre drogodependencia y toxicomanía
- La drogodependencia es una enfermedad ?
Referencias bibliográficas
- American Psychiatric Association. (2013). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5).
- Organización Mundial de la Salud. (2019). Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11).
- Beck, J. S. (2011). Terapia Cognitiva: Teoría y Práctica. Ediciones Paidós.
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