La drogodependencia es una enfermedad
La drogodependencia es una enfermedad

¿La drogodependencia es una enfermedad?

¿La drogodependencia es una enfermedad?

Durante años se ha debatido si la drogodependencia debe entenderse como una enfermedad, un trastorno psicológico o una conducta voluntaria.

Esta discusión no solo tiene implicancias clínicas, sino también éticas, sociales y políticas.

Desde la perspectiva de la psicología cognitivo-conductual y con base en manuales como el DSM-5 y el CIE-11, hoy existe consenso en que la drogodependencia es una enfermedad que involucra alteraciones en el comportamiento, la cognición, las emociones y la neurobiología.

Este artículo busca explorar esa afirmación con rigor y profundidad, ofreciendo una mirada integral que permita comprender, sin prejuicios, el fenómeno de las adicciones.

La drogodependencia es una enfermedad
La drogodependencia es una enfermedad

¿La drogodependencia es una enfermedad?

Entendiendo la drogodependencia como trastorno mental

La drogodependencia está clasificada en el DSM-5 como parte de los trastornos por consumo de sustancias.

El manual establece criterios diagnósticos que permiten identificar la presencia de la enfermedad a partir de síntomas como la pérdida de control, el deseo intenso (craving), la tolerancia, la abstinencia y el uso continuado a pesar de las consecuencias negativas.

Por su parte, la CIE-11 utiliza el término trastorno por uso de sustancias y lo describe como un patrón de consumo perjudicial caracterizado por un deterioro significativo en el funcionamiento del individuo. Además existen diversos tipos de adicciones.

Desde este enfoque, la drogodependencia es una enfermedad porque cumple con criterios médicos y psicológicos: tiene una sintomatología específica, una evolución predecible, factores de riesgo conocidos y tratamientos eficaces.

Negarlo implicaría reducir el problema a una cuestión de fuerza de voluntad, ignorando décadas de investigación empírica y neurocientífica.

Además, esta visión permite generar políticas públicas más humanizadas, centradas en la rehabilitación y el apoyo, en lugar de la sanción moral o judicial.

Mecanismos cognitivos y conductuales que perpetúan la drogodependencia

La terapia cognitivo-conductual aporta una comprensión clave del mantenimiento de la drogodependencia.

El consumo no ocurre en el vacío: está sostenido por esquemas de pensamiento, patrones emocionales y aprendizajes previos.

Uno de los mecanismos centrales es el condicionamiento operante.

El uso de sustancias se ve reforzado positivamente (por el placer inmediato) y negativamente (por la reducción del malestar o la evitación del síndrome de abstinencia).

Además, se desarrollan distorsiones cognitivas, como “yo no puedo dejarlo”, “lo necesito para funcionar” o “todos lo hacen, no es tan grave”, que perpetúan el consumo y dificultan el cambio.

Desde este marco, se entiende que la drogodependencia es una enfermedad aprendida, en el sentido de que el comportamiento adictivo es una respuesta funcional (aunque disfuncional a largo plazo) ante determinadas emociones, pensamientos o situaciones.

Pero como todo aprendizaje, puede modificarse con intervención adecuada.

Otro aspecto clave es el modelo de afrontamiento: muchas personas consumen como única estrategia para regular emociones intensas, como la tristeza, la ansiedad o la ira.

La droga se convierte en una solución rápida, aunque destructiva, al dolor emocional.

Por ello, el tratamiento no solo busca eliminar el consumo, sino ofrecer nuevas formas de relacionarse con uno mismo y con los propios sentimientos.

Cambios cerebrales y validación médica

La neurociencia ha demostrado que las personas con drogodependencia presentan alteraciones significativas en el sistema de recompensa del cerebro, especialmente en la vía dopaminérgica mesolímbica.

Estas modificaciones provocan que la sustancia se convierta en una necesidad prioritaria, incluso por encima de otras fuentes de placer o bienestar.

La respuesta a estímulos naturales (comida, relaciones, logros) se debilita, mientras que la necesidad de consumir se intensifica.

Este fenómeno se conoce como sensibilización del sistema de recompensa, y es uno de los argumentos más sólidos para afirmar que la drogodependencia es una enfermedad cerebral crónica, aunque tratable.

Además, se observa un deterioro en las funciones ejecutivas del lóbulo prefrontal, afectando la capacidad de tomar decisiones, anticipar consecuencias, planificar y resistir impulsos.

Esto explica por qué una persona puede continuar consumiendo a pesar de conocer los riesgos y haber prometido dejarlo.

Desde esta perspectiva, el uso persistente no es simplemente una elección racional, sino el resultado de un cerebro cuya capacidad de autorregulación está alterada.

Repercusiones sociales y psicológicas del modelo médico

Reconocer que la drogodependencia es una enfermedad tiene implicancias significativas para el tratamiento, la prevención y la reinserción social.

Dejar de ver al adicto como un “vicioso” y comenzar a tratarlo como un paciente permite reducir el estigma, mejorar el acceso a la salud mental y promover intervenciones basadas en la evidencia.

Desde la psicología cognitivo-conductual, se promueven programas terapéuticos que combinan reestructuración cognitiva, entrenamiento en habilidades sociales, prevención de recaídas y fortalecimiento del proyecto vital.

Estas estrategias han demostrado una alta eficacia cuando se aplican de forma individualizada y sostenida en el tiempo.

Además, se trabaja con el entorno familiar y social, ya que muchas veces el paciente vive en contextos que refuerzan la conducta adictiva, ya sea por negligencia, sobreprotección o convivencia con otros consumidores.

Aceptar que se trata de una enfermedad no implica quitar responsabilidad, sino comprender el problema desde una óptica más amplia.

Como en cualquier otra patología crónica, la adherencia al tratamiento, la motivación al cambio y la red de apoyo son factores clave para la recuperación.

Caso clínico: Marta y su camino hacia el cambio

Marta, de 38 años, llegó a consulta derivada por su psiquiatra tras múltiples intentos fallidos de dejar el alcohol.

Había comenzado a beber desde los 19 años, pero fue en los últimos cinco años cuando el consumo se volvió diario y problemático, interfiriendo con su trabajo, su matrimonio y su salud.

Durante la evaluación se detectaron creencias como “sin alcohol no puedo relajarme”, “soy débil, nunca voy a cambiar”, y “mi familia está mejor sin mí”.

Se identificó que su patrón de consumo se activaba ante el estrés laboral y los sentimientos de soledad.

A través de la terapia cognitivo-conductual, Marta logró desafiar estas creencias, aprender a tolerar emociones difíciles sin recurrir al alcohol, y establecer una rutina basada en sus valores personales: la conexión con sus hijos, la autonomía emocional y el autocuidado.

Tras nueve meses de tratamiento, logró mantenerse abstinente y desarrollar una nueva narrativa sobre sí misma: de una identidad de “adicta” a una identidad de “persona en recuperación”.

Sugerencias prácticas para el lector

  1. Evita culpabilizarte o culpabilizar a otros: si tú o alguien cercano está luchando con una adicción, recuerda que se trata de una enfermedad, no de un defecto de carácter.
  2. Busca información basada en evidencia: comprender los mecanismos de la drogodependencia puede ayudarte a tomar decisiones más informadas.
  3. No te aísles: el aislamiento es uno de los factores que más refuerza la conducta adictiva. Conecta con redes de apoyo, familiares o profesionales.
  4. Consulta con profesionales especializados: psicólogos y psiquiatras con experiencia en adicciones pueden ayudarte a diseñar un plan de tratamiento adecuado.
  5. Valora cada avance, por pequeño que sea: el camino de la recuperación es progresivo, con avances y retrocesos. La clave es seguir caminando.

Conclusión

Afirmar que la drogodependencia es una enfermedad no es una excusa, sino una afirmación científica.

Es una condición compleja que involucra aspectos biológicos, psicológicos y sociales.

Desde la psicología cognitivo-conductual, se puede abordar de forma estructurada, con intervenciones eficaces que permiten a las personas recuperar el control sobre su vida.

El primer paso es dejar de juzgar y comenzar a comprender.

Solo así podremos ofrecer ayuda real a quienes más lo necesitan.

Recursos a explorar

Referencias bibliográficas

  1. American Psychiatric Association. (2013). Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders (5th ed.). Arlington, VA: American Psychiatric Publishing.
  2. Organización Mundial de la Salud. (2019). Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11).
  3. Beck, J. S. (2011). Terapia Cognitivo-Conductual: Teoría y Práctica. Ediciones Paidós.

Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Agregar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *